Y esa casa que antaño lució paredes encaladas, puertas y ventanas rojo rubí, y tejas de rojo barro. Ahora luce desgastada, arruinada por el paso inclemente del clima, del tiempo, de los años.
La vida no perdona y aquellos que en su momento la habitaron felices hoy solo son fantasmas. Tristes reflejos de lo que sus acciones ocasionaron en ella. En la casa y por supuesto en ellos y en aquellos que fueron también sus respectivas víctimas.
La casa luce ajada, maltratada. Sus defectos le impiden a los que a ella se acercan aceptarla. Afortunados son. La destrucción, la ruina, ahora habitan esa casa.
Patricia Lara Pachón
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