Premonición
Le tenía terror a esas casas alejadas del mundo. "A sangre fría" la había marcado de tal forma que aun cuando alguien le hubiese regalado una mansión con esa condición, ella no la habría recibido ni en sueños.
Le tenía terror a esas casas alejadas del mundo. "A sangre fría" la había marcado de tal forma que aun cuando alguien le hubiese regalado una mansión con esa condición, ella no la habría recibido ni en sueños.
Un día, movida por
pensamientos varios, miles quizá. Se dio a caminar. Primero, calles
concurridas, para continuar luego en un camino estrecho, polvoriento y cubierto
de piedras cortantes y ramas secas y puntiagudas que se enredaban en su ropa,
dejando además infinidad de cadillos pegados a ellas.
Hay que aclarar que
a pesar de que el paisaje había cambiado tan abruptamente; ella ni se había enterado, ya que embebida
como se encontraba en sus pensamientos veía sin ver. Y escuchar, lo que
se dice escuchar, tampoco, pues el ruido ensordecedor se había convertido en
cantos de aves, ulular de grillos y croar
de ranas.
Al cabo de un buen
rato, por fin reparó en lo que a su lado acontecía y tuvo miedo. ¡No
sabía qué hacer! Si continuar el camino, encontrar alguna persona, vehículo,
alguna casa para pedir ayuda y que
alguien fuera a recogerla o tratar de regresar por donde había venido... Lo cual
tenía por supuesto un problema. Y es que al no haber reparado en el paisaje,
desconocía el retorno por completo.
Así que pensó que
la primera opción era la buena. Ahora si miraba sin reconocer nada en
absoluto y temerosa y con frío pero sudando a cantaros siguió su camino.
En un recodo la
calzada se bifurcó, pero un buzón de
correos le indicó el nombre del propietario. "Familia
Clutter". La piel se le erizó de golpe y el pánico acumulado por
años afloró en un temblor que le recorrió el cuerpo entero.
Un auto con un par
de chicos se detuvo y ofreció llevarla a la casa más cercana, para que le
ayudaran. Seguro la familia podría prestarle un teléfono para pedir
ayuda.
Las sonrisas
tranquilas, los ojos tan brillantes, la amabilidad en el semblante y el saber
que se llamaban Richard y Perry la hicieron recordar un incidente del cual
había leído.
Al subirse temerosa
al auto solo pensaba en salvar a la familia de una muerte segura y a los jóvenes
de destruir sus vidas.
Patricia Lara P.
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