domingo, 20 de marzo de 2016

Mi tío Eliseo



Mi tío Eliseo


   (Fotografía de Leonardo Báez)

Cuando pienso en olores recuerdo la finca de don Oscar.  En ella trabajaba mi tío Eliseo a donde íbamos en vacaciones.  Mis hermanos a trabajar, yo a ser la niña diferente; la pinchadita, a la que tocaba cuidar como si fuera una joya.
En las madrugadas el tío se levantaba primero que todos los demás, entraba a la cocina y encendía el fogón de leña.  Preparaba un café negro que olía a dicha, a tranquilidad de conciencia, a hombre trabajador y amoroso. 
Después; en tazas esmaltadas con flores multicolores y avecillas, vaciaba el café negro, caliente.  Que llevaba directo al corral de ordeño.  Ya le tenían listas las vacas más bonitas que bramaban inquietas.
Mi tío, procedía a ordeñar en cada taza esa leche caliente y espumosa.  Después llegaba hasta nuestras camas poseedor del regalo más dulce, más amoroso que he recibido en mi historia.
Debí haber aprovechado más esos momentos, disfrutarlos a tope.  Y agradecerlos como lo que eran, maravillosos obsequios de amor.
Mi tío está aún, no lo veo con frecuencia pues la vida me alejó de casi toda la familia materna (la paterna prácticamente ni la conocí).  Pero con seguridad absoluta sé que me quiere con el alma y sé que él sabe cuánto lo he querido yo.  Esos abrazos apretados de hombre acostumbrado a las rudas tareas, esos abrazos que cortan el aliento y a pesar de eso uno quiere más.  Esos son los abrazos del tío.
Este escrito es el recuerdo que llegó a mi mente hoy.  Un recuerdo cargado de aromas y amor inmenso, que atesoro con el mayor cariño muy adentro de mi corazón.  Uno de esos que permanece ahí… acurrucadito, para calentarnos el alma y poner incluso un poco de humedad en los ojos.  No porque causen tristeza sino por la felicidad que aún se siente.
Patricia Lara P.

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