No es que no lo supiese, ella siempre lo había sabido. Al principio había sido intuición, pero después fue una certeza. Algo tan cierto como que el agua moja y el fuego quema. Él jamás la había amado. Ella había sido una gran molestia en su vida. Toda ella, su vida miserable; opacada y desdibujada desde siempre por su presencia.
Ella soportó el desamor y la certidumbre pues no sabía que debía hacer. Era mejor levantar la nariz y hacer que lo ignoraba todo. Era mejor cerrar los ojos y fingirse ciega, era mejor tapar con ambas manos los oídos y fingir que jamás escuchó la frase más fatídica: "Te odio" y luego un arsenal de palabras que se volvieron armas que la apuñalaron toda.
Hoy vaga por la casa, por la vida. Con una sonrisa sempiterna y un brillo minúsculo en las comisuras de los ojos.
Murió, en ese instante y hora ella murió. Hoy vaga por la casa como un fantasma en vida.
Fin.
Patricia Lara P
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