Mi cuñada Miriam regresó está tarde noche sumamente despeinada. No era que siempre llevará su cabello cepillado o muy prolijo. Era que en esta oportunidad se veía no solo despeinada sino que su maquillaje estaba corrido de ojos y labios. La ropa caía con demasiado descuido y hasta la cremallera de su pantalón estaba abajo. Ni hablar de sus zapatos a medio amarrar y las medias veladas destrozadas.
La miramos todos con preocupación. Hasta que la vimos tararear bajito, dar dos o tres pasos de baile y dirigirse al baño feliz.
¡Válgame Dios! Al parecer el revolcón había sido apoteósico.
Fin.
Patricia Lara P
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