A Carlos nada se la sacaba de la mente. De sentir o mejor no sentir nada por ella, pasó a desearla. A tenerla metida entre ceja y ceja día y noche. El desasosiego lo embargaba.
Una y otra vez se cuestionaba y nada. No encontraba un solo motivo para desearla tanto.
Y pronto y así como aquella locura había empezado, terminó.
La olvidó por completo, si se la encontraba no le pasaba lo de antaño, sencilla y llanamente la olvidó.
Patricia Lara P
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