domingo, 13 de mayo de 2018

Cómo al descuido

Cómo al descuido

Nunca lo había visto.  Pero su mirada persistente de alguna manera llamó su atención.
Cuando notó que por fin ella se había fijado en él, se paró de la silla en la que estaba; se acercó a ella y se presentó, ofreciéndole su mano fría, pero reconfortante de alguna extraña manera.
La vió a los ojos y le pidió unos minutos para hablarle a solas.
Las amigas con las que estaba, con la mirada le preguntaron si se iban.  Ella aprobó como solo sabemos hacerlo las mujeres.  Así que se despidieron y se fueron.
Él se sentó a su lado y empezó a contarle cuánto tiempo hacia que la venía observando.  Las veces que había querido hablarle.  Lo hermosa que le parecía y lo mucho que deseaba conocerla.
Ella se sintió de alguna forma extraña, feliz.
Le dijo que sí.  Que podían ser amigos.
Resultó ser un hombre muy caballeroso y dulce.  Uno de esos hombres que ella sólo conocía en las novelas de amor que leía y releía.  El que le abría la puerta, el que le endulzaba el café y se lo llevaba a la mesa.  El que la tomaba de la mano para ayudarla incluso a subir un andén, el que le acercaba una silla.
Hablaron un par de meses pero sus vidas no estaban destinadas a juntarse.  Fue un tiempo lindo para ambos.
Un día como al descuido se dijeron adiós sin dolor y sin pena.
El telegrama que ella recibió al día siguiente decía: "Creo que llegué a quererte.  Punto.  Sigo pensándote".

Patricia Lara P

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