sábado, 19 de diciembre de 2015

Noche cerrada



Noche cerrada

Era noche cerrada, la calle levemente iluminada por un farol de luz mortecina, apenas si deja vislumbrar una que otra sombra.  La bruma que sale de mi boca y nariz me hace pensar en madrugadas de otras épocas.  Camino lentamente pero no por miedo, solo son  las ganas de no llegar a donde debo  hacerlo.  No es temor, pues hace  tiempo había dejado de temer también.  Eran solo  las ganas de caminar despacio, viendo al frente y sin pensar más que en el vapor que escapa  por mi boca y mi nariz.
Sola.  Esa soledad que me encanta, que me  llena de recuerdos indescriptibles e impensables.  Insalvables.
A veces el vacío te cala más que el frío, más que el dolor, más que las soledades mismas.
Camino lentamente, casi llego a la esquina de la calle larga y estrecha y fría y húmeda.  Mis pasos suenan leventemente.
Al final veo el día que comienza, que  se va abriendo camino, va alejando las sombras, que eran en ese mismo momento  mi compañía ideal y ahí si tiemblo y siento miedo.
La noche se desliza como mis pies por la vereda y agazapada huye.  Yo retomo los pensamientos, las ideas, la vida.  Mis pasos se hacen seguros y el vaho que sale de mi boca y nariz desaparece.
Debo llegar... ¿A dónde?
No sé, pero es seguro que debo hacerlo. 
Ya no es noche cerrada y debo hacerlo.
Patricia Lara P.

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