Noche cerrada
Era noche cerrada, la calle levemente iluminada por un farol de luz mortecina, apenas si deja vislumbrar una que otra sombra. La bruma que sale de mi boca y nariz me hace pensar en madrugadas de otras épocas. Camino lentamente pero no por miedo, solo son las ganas de no llegar a donde debo hacerlo. No es temor, pues hace tiempo había dejado de temer también. Eran solo las ganas de caminar despacio, viendo al frente y sin pensar más que en el vapor que escapa por mi boca y mi nariz.
Era noche cerrada, la calle levemente iluminada por un farol de luz mortecina, apenas si deja vislumbrar una que otra sombra. La bruma que sale de mi boca y nariz me hace pensar en madrugadas de otras épocas. Camino lentamente pero no por miedo, solo son las ganas de no llegar a donde debo hacerlo. No es temor, pues hace tiempo había dejado de temer también. Eran solo las ganas de caminar despacio, viendo al frente y sin pensar más que en el vapor que escapa por mi boca y mi nariz.
Sola. Esa
soledad que me encanta, que me llena de
recuerdos indescriptibles e impensables. Insalvables.
A veces el vacío te
cala más que el frío, más que el dolor, más que las soledades mismas.
Camino lentamente,
casi llego a la esquina de la calle larga y estrecha y fría y húmeda. Mis
pasos suenan leventemente.
Al final veo el día
que comienza, que se va abriendo camino,
va alejando las sombras, que eran en ese mismo momento mi compañía ideal y ahí si tiemblo y siento
miedo.
La noche se desliza
como mis pies por la vereda y agazapada huye. Yo retomo los pensamientos,
las ideas, la vida. Mis pasos se hacen seguros y el vaho que sale de mi
boca y nariz desaparece.
Debo llegar... ¿A
dónde?
No sé, pero es
seguro que debo hacerlo.
Ya no es noche cerrada y debo
hacerlo.
Patricia Lara P.
No hay comentarios:
Publicar un comentario