Fue una noche
pésima, realmente. No dormí bien. O no dormí. Me acosté muy
temprano y muy cansada. Me sumí inmediatamente en los vapores del sueño,
para despertarme y dormirme de nuevo infinidad de veces.
Algo cayó en alguna
parte. De mi casa o la de los vecinos. Una luz entró por la
claraboya del baño de los hijos y como la puerta está abierta, la veo avanzar
muy rápido para desaparecer después. Todo, en una fracción de segundo.
Veo entonces una nueva
luz que llega desde el rellano de las escaleras, es tibia y titilante y
angustiosamente expira ante mis ojos.
Me levanto de la
cama con la curiosidad de la que quiere conocer cualquier cosa que sea.
Enciendo la luz del
estar y llego a las escaleras, enciendo la de estas y bajo. Sin miedo,
sin pausa. Mirando a todos lados, aprieto el interruptor de la luz de la
cocina, de la sala y todo se ilumina sin fantasmas.
Me regreso apagando
luz tras luz, mientras me desplazo hacia la alcoba. Veo el cuarto de mi
hijo; está vacío. La cama iluminada por la luna, que parece que se reclina en
ella. Yo sigo. Abro la puerta del cuarto de la niña y percibo que
duerme muy tranquila.
Me doy cuenta ahora, en este mismo momento que lo
escribo que no miré la hora. Al
parecer no me importó.
Llego a mi cuarto,
voy al baño, tomo agua y me meto en la cama para continuar esa noche infernal
de duermevela.
Me despierto
empapada en sudor, pienso en tantas cosas que debo hacer
"mañana". En las nuevas cajas que debo empacar, en las cosas
que debo sacar para el reciclaje. Hace un año. Pensar en todo eso
me llenaba de cajas y de bolsas y me pesaban tremendamente en el cuello y la
espalda. Hoy por hoy. No sé si es por el tiempo transcurrido... Siento
que no son tantas. Que he logrado aligerar la carga y hasta sonrío
mientras mis ojos lloran. No es cierto, es una forma de decir que me
entristezco. Llorar... ¿para qué?
Me duermo y me
despierto y pienso en la gente que no se va de mi casa para que yo por fin
pueda culminar una mudanza que lleva ya en progreso más tiempo de lo que un ser
humano puede soportar sin que le lastime el alma. Me duermo y de nuevo me
despierto y sudo a cántaros y al despertarme pienso en tantas situaciones de la
vida con las que nunca pensé encontrarme. Y me duermo de nuevo y me despierto
y así como una vida entera. Desesperante. Dormir y despertar o viceversa.
¿O un infierno será? Todo depende. A aquellos a quienes les gusta
llegar a sitios nuevos o retornar al nido, les debe parecer el paraíso.
Ahora, ya despierta y mirando la casa
alborotada; y las cajas y el desorden que baila por todos lados, me doy cuenta
que es mucha vida para meter en cajas.
Patricia Lara P.
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