El grito
Se subió
al taxi. El tráfico era infernal como casi siempre en esta ciudad tan
grande y tan poblada. Hoy por ser época decembrina era aún
peor. Al sentarse en el interior del vehículo, el ruido exterior empezó a
meterse primero por las ventanas abiertas y luego por sus oídos abiertos y después
en su cerebro. A tal punto era insoportable
que de su boca empezaron a fluir, esos mismos ruidos condensados en un grito, un grito como si de un manantial se tratara. Escapó inaudible al
principio e infernal como el mismo tráfico después. El conductor apagó el motor del carro sin
saber qué cosa hacer más que mirarla con incredulidad. No entendía cómo, de un cuerpo relativamente
pequeño podía salir aquel aullido loco.
La gente se detuvo al instante y observaba como no paraba de fluir un
ruido tal que apagaba el resto de los sonidos del mundo.
Patricia
Lara P.
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