El príncipe trepó, como pudo, los muros de la torre. Al llegar arriba, los amantes se abrazaron y besaron con pasión por varias horas. Hasta que les dio hambre. Lo primero fue un ataque de pánico. Luego las peleas para dividir las pocas raciones de alimento que les quedaban. Después, la desconfianza de asomarse a la ventana (¡quién sabe si me empuja!, pensaba cada uno). Hasta que, agotadas las reservas de alimentos, también se acabaron las energías para pelear. Avizorando su final, se abrazaron tiernamente con las pocas fuerzas que les quedaban.
B. Osiris B.
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