miércoles, 19 de diciembre de 2012

Lista de pendientes


¡El Fin del Mundo es una Mierda!


El amanecer del día 22 la vio caminar a tientas por el medio de la calle. Apenas lograba reconocer la fachada de su casa, frente a la cual yacían, inermes y solitarias, las muchas botellas que compartió con aquella tropa de desconocidos fatalistas que se le unieron la noche anterior para compartir el temor y ahogar las penas del fatídico desenlace.

Poco a poco su cuerpo recobraba la noción tiempo – espacio que sentía distorsionada (debía ser por el cachito de marihuana, el licor nunca la había subido de esa manera). Una extraña sensación de amplitud corporal y un dolor generalizado la hacían tambalearse aún más. No lograba comprender la razón de ese malestar y de tanto cansancio hasta que, al entrar a su alcoba, recogió los 38 condones esparcidos por el piso y el closet (eran 40, dos se rompieron en plena juerga) y recordó uno de sus propósitos de fin de mundo: romper y multiplicar su marca sexual de por vida. Voluntarios no faltaron y logró agotar aquella cajita multisápida y colorida de variados condones que había recabado con total intención durante el último mes.

La cama y un espejo eran el único mobiliario en su casa pues, ante la inminente desaparición de la especie humana, decidió venderlo todo e invertir en sexo, drogas y licor… Y regalar algo de dinero a los pobres, por aquello de la redención final. Hasta esas paredes le eran ajenas, en el sentido más puro: la casa también era parte de las ventas apocalípticas que había realizado, lo recordó al ver llegar el camión de la mudanza de sus nuevos dueños y sentir en su cabeza el dolor de la alegría de aquellos a quienes había creído estafar (¡a quién se le ocurre comprar bienes inmuebles de cara a la destrucción masiva de la humanidad!).

Frente al espejo que tanto la vio reír el día y la noche anteriores, ahora lloraba. Con la cara entre sus manos y sumida en la autoconmiseración, gritó con dolor desgarrador: - ¡El Fin del Mundo es una Mierda! Y cayó desmayada por la resaca.

B.Osiris B.

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