Cansada de esperar por el príncipe (quien resultó ser un dechado de pereza y no se atrevió a cargar con la escalera), Rapunzel dejó crecer su cabello nuevamente y lo volvió a cortar pero, esta vez fue más inteligente: se tejió una liana por la que escapó y huyó allende los mares.
Hoy es una princesa liberal, sin ataduras emocionales, cuenta con una peluquera personal que evita que el cabello crezca en exceso, se hizo la queratina para quitar las ondas que le dejara la crineja a la que estaba habituada y vive feliz, pasando una consulta de orientación y terapia de autoayuda para princesas, brujas y hermanastras abandonadas.
¿Y el príncipe? Sigue soltero, rondando las torres del reino, a ver si cae de ellas alguna cabellera incauta.
B. Osiris B.
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