El sepelio de una abuela me hizo pensar en la vida y en los deseos de los vivos de deshacernos de los muertos tan rápido que parece que lo que despedimos es una mascota más de nuestra casa.
Rápido... hay que cremar y luego no sé; tal vez... arrojar las cenizas a un río, o al mar para aprovechar y pasear un rato -nos lo merecemos- o llevarlas a un nicho y olvidarnos para siempre de ellas y no solo de ellas sino también de aquella persona que fue un ser y hoy es ceniza.
Te voy a hacer un entierro bonito -dijiste- Un entierro como el que te mereces -reiteraste-.
Y yo me quedé pensando qué es lo que merezco al morir, creo que solo olvido es lo que queda. Me extrañaras una semana o dos y luego pensarás en todo el tiempo que estuviste atado, amarrado a mí y te sentirás libre y vivo mientras yo por supuesto estaré muerta.
Ufffffff. ¿Será ese el entierro que yo me merezco?
No hay comentarios:
Publicar un comentario