martes, 10 de noviembre de 2009

El mar-océano

Eres un profundo e infinito mar-océano
aquel en el que quiero naufragar
perderme en ti, en tus profundidades
Conocer tus secretos marinos
Mecerme en tus aguas tibias y flotar.
Que tus algas recorran mi piel,
Me acaricien despacio y me hagan soñar.
Y estar ahí yo, cuando haya tormenta
Y naufragar en ti, en tu pasión violenta
Y por fin encontrar el tesoro.
tu amor escondido, mío solo mío.
(Egoístamente mío)

Estrella

Y fui como una estrella
lejana inalcanzable.
Tus miedos te impidieron
Llegar y a mi y tocarme.
No sé si fue mi culpa.
O fue culpa de los dos.
No estaba tan lejana,
Como lo estoy hoy.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Dolores

Parada allí en el terminal de transportes no sabía que camino tomar. Había llegado a ese lugar porque así lo quiso el destino, pero igual habría podido ser a cualquier otro sitio de este país tan bello y tan sufrido.
Pensaba allí en lo que acababa de dejar atrás, su hogar, su casa, su padre, su madre, sus hermanos. Incluso la vaca aquella que le regalaron para su cumpleaños número quince. Tan cercano en el tiempo pero tan lejano en la memoria.
Recordó con lágrimas en los ojos el día que salió a lavar la ropa en la quebrada, y aquel par de hombres la tomaron por la fuerza, e hicieron con ella cosas que prefería olvidar.
Pensó en aquel pececito que nadaba en su vientre y por el que decidió escapar. Sabía que sería repudiada por todos y el hazme reír de sus amigos y familiares. Jamás les contó del ataque del que fue víctima y menos podría contar ahora que esperaba un hijo de aquel acto de barbarie y crueldad.
Por más que deseaba olvidar aquel momento no podía odiar a ese ser que llevaba dentro, lo amó desde siempre. Fue como una luz que iluminaría su vida.
No tuvo otra opción, tomó unos pesos y en la carretera paró un bus cualquiera que la conduciría a cualquier sitio, pero lejos, muy lejos de todo, de todos.
Ahora se encontraba allí parada en un terminal de transportes, con una bolsa en la que había guardado dos mudas de ropa, un par de zapatos, unos pesos y muchas lágrimas.
Se sentó en un rincón sin saber que hacer; tenía hambre y frío, mucho frío. Una señora la observaba desde uno de los negocios de comidas y bebidas, después de un rato se le acercó con una taza de café caliente y dulce. Se lo brindó y le preguntó qué le pasaba. Ella, que nunca había hablado con un extraño no supo que decir, que hacer, lloró amargamente por un buen rato, la señora apiadada esperó su respuesta y al saber que estaba escapada de su casa le brindó cobijo en la suya mientras tomaba una decisión.
Llegó a una casa grande en un barrio de clase media, tan hermosa como no había visto una jamás, fue instalada en un cuarto cerca al patio y la cocina; con baño privado y se sintió una reina.
Pronto empezó a limpiar la casa para pagar el alojamiento y la comida, también a lavar la ropa, planchar, cocinar y demás. Se convirtió en una esclava sin paga siquiera. Maltratada de palabra y obra, mientras le decían que comía de más y por eso se engordaba tanto.
Una noche sintió unos dolores espantosos, lloró, gritó hasta que los dueños de la casa, “los buenos samaritanos” la escucharon y atendieron, la llevaron un hospital de caridad y allí la dejaron. Tuvo un hermoso niño, la luz de sus ojos. Un regalo enviado por Dios para acompañarla en la oscuridad de la vida triste y amarga.
Sus patrones regresaron al cabo de unos días, seguro no encontraron otra empleada que trabajara por tan poco, por casi nada, la llevaron de regreso a la casa y la maltrataron aun más. Ahora debía trabajar el doble pues tenía que pagar la comida de una boca más; la de su hijo.
Los días fueron pasando, las semanas y los meses y el bebé crecía feliz y sonreía, ella con eso tenía para sentirse bien y contenta.
El era su rayo de luna, su pedacito de cielo. Lo único valioso por lo que valía la pena vivir, trabajar y hasta sufrir.
El bebe gateaba por la casa cuando los patrones no estaban, pues no les gustaba verlo por ahí “ensuciándolo todo”. Un día se encontró un frasco bonito con unos colores bellos que lo alegraron mucho, así que lo llevó al cuarto al lado de la cocina, el sitio que compartía con su madre, lo destapó y olía rico, así que tomó un poco, al sentir el sabor lo arrojo lejos rompiendo el frasco y derramando por consiguiente todo el perfume. Su madre amorosamente lo reprendió y lo confinó al cuarto de servicio. La dueña se molestó muchísimo e hizo que le pagaran su loción.
Poco tiempo después el niño recibió de regalo unas canicas, heredadas de uno de los hijos de la dueña de casa. Coloridas y brillantes; rojas, verdes, azules, amarillas. Tan bellas que hicieron sus delicias. Se divertía arrojándolas y viéndolas resbalar por todos lados. El sonido al caer y chocar por el piso lo hacía reír.
La madre ocupada como siempre en miles de deberes lo dejó en el cuarto jugando con ellas, al cabo de un buen rato regresó y lo encontró dormido en el piso. Lo recogió amorosamente y lo depositó en la cama arropándolo con todo su amor y llenándolo de besos. En ese momento se percató que una de las canicas salió de sus labios morados y vio con horror que no respiraba.
Lloró y gritó de nuevo, como cuando llegó al mundo su rayo de luz. Antes por dolor físico hoy por uno más intenso aún, más desgarrador. El dolor de la pérdida.
Lo acunó en sus brazos con el amor de siempre y supo que ya no tenía ningún motivo para vivir. Entendió que la vida es un camino de espinas y que al final ya no había nada bueno para ella.
No podía ni quería regresar a su hogar, ¿Además, cómo podría hacerlo? No tenía dinero, no sabía en que sitio se encontraba ya que desde que llegó a allí solo había estado en el hospital y en esa casa prisión con trabajos forzados.
Buscó entre las herramientas del patrón y encontró lo que buscaba. Un lazo fuerte que seguro resistiría su peso y el de su tesoro.
En el patio de la casa había un sauce llorón enorme y atando con cuidado el lazo a una de sus ramas lo amarro también a su cuello, en su pecho atado con una sábana contra su corazón estaba su tesoro, su único y verdadero amor.
La noche era oscura, sus patrones estaban en una de las tantas fiestas a las que acudían. Mientras ella con su niño se mecían en la noche.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Sin ti


Una rosa.
sin tu amor,
no es rosa.

Suspiro.

Ese suspiro allá adentro,
al fondo de mi alma, a la derecha.
Pugna por salir.
Por ir a ti,
eres su dueño, su amor, su todo.
Toma impulso, flota y sale...
Va, volando a ti;
a tu encuentro, a tu abrazo.
Te recorre entero,
te acaricia.
Con alas de mariposa.
con perfume de rosa roja,
penetra en ti; suavemente,
y se queda dormido de nuevo
ahora en ti, en tu alma
al lado izquierdo de tu corazón,
allí donde habita tu amor por mi;
Su nido, su hogar en ti.
De pronto siente urgencia de nuevo
Y regresa a mi;
y se duerme de nuevo esperando.
Pronto, muy pronto hará su viaje de retorno.

viernes, 6 de noviembre de 2009

¿Recuerdan el currucucao?

En realidad no se si lo conocerán con el mismo nombre con el que yo aprendí a temerle en la infancia.
El currucucao o currucao es sencilla y llanamente un búho. Siendo muy niña nos criaban con tantos temores que uno más a un animal tan hermoso como este no tenía nada de raro.
Para forzarnos a estar temprano en la casa y que no jugáramos hasta un poco tarde en la noche con nuestros amigos, nos decían que si al regresar a la casa –de campo, pueblo- donde pasábamos las vacaciones y escuchábamos al currucao muy seguramente estaría por ahí el “peligroso animal” listo y dispuesto a sacarnos los ojos.
Miedos terribles los que sufríamos cuando por alguna casualidad se nos hacia tarde en las jugarretas de decenas de muchachitos cazando lagartijas, pescando y jugando chucha en colores, en carritos, escondidijo y demás.
Recuerdo la entrada a la casa de mi abuela; un corredor largo de tierra perfectamente pisada y barrido diariamente; con árboles a lado y lado y de una profundidad de unos treinta metros.
Rompíamos record de carreras en esos momentos y el corazón se nos salía del pecho de tanto miedo que pasábamos.
Años después, conocí personalmente al currucao. Para nada era espantoso, para nada era terrible y menos era peligroso. Por lo menos para mi no lo era; a lo mejor un ratoncito lo viera con los mismos ojos que yo lo veía en mi infancia.
Estaba embarazada, el calor era intenso y andábamos perdidos en medio de la nada. Éramos tres compañeros de la universidad. Yo con una barriga ya de varios meses y todos muy preocupados por mi, menos yo misma.
De pronto vemos una cerca de alambre a lo lejos. Pensamos; si hay una cerca debe haber una casa y lógicamente personas, gente. Llegamos y hay una puerta en el alambrado, por la que escasamente cabe mi barriga y sobre uno de los travesaños de guadua hay una hermosa ave blanca. La observo y ella a mi. Me mira con esos enormes e imponentes ojos grandes y bellos.
Preguntó que animalito es y me dicen que es un bebe búho. El temerario currucao esta frente a mis ojos. Que injusticias cometemos algunas veces los adultos no solo con los niños sino también con los animalitos e incluso con el hombre de la bolsa o el costal o el loco o que se yo cuantos seres más.
¿Y qué opinan del temor al diablo o a la bruja?
Y pensar que casi todas las mujeres terminamos siendo una y peor aún, por casi toda la vida.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Te odio.

También me odio
por eso...
Te odio, destruiste mi vida,
acabaste con mis sueños
me volviste prisionero de tus antojos
soy una sombra de lo que fui
y te odio por eso.

Anónimo.

Mi hermanita.

A Ángela, mi hermanita
Los ojos grandes de mi hermanita
Tan llenos de bondad
que callan tantas cosas
y dicen otras muchas más.
Las manos cálidas de mi hermanita
acariciadoras y prontas siempre a dar.
El corazón inmenso de mi hermanita
nadie lo sabe llenar
y es tan sencillo hacerlo.
Solo hay que saberla amar.

Navidad

Me desperté temprano, sabía que había mucho que hacer. Limpiar la casa, meterme bajo las escaleras, donde queda el “cuarto inútil”. ¿Se han dado cuenta de la cantidad de cosas que uno va acumulando en el transcurso de la vida y que guarda pacientemente esperando el momento de usar y jamás usa? Por eso llamo al cuarto ese de trebejos, el cuarto inútil, claro que en este caso si hay cosas importantes. Toda la navidad descansa allí por meses, y al final del año en Noviembre más o menos, empieza a alegrarse por la proximidad del brillo, del fulgor e incluso casi del rubor pues será usada de nuevo y con mucha alegría y amor.
Como les decía; limpié la casa, la perfume concienzudamente con canela y limón y cuando brillaba y resplandecía empecé a sacar de las cajas los adornos que siempre decoran nuestra dulce navidad.
Lo primero fue el árbol, tan verde. Con paciencia fuimos colocando una a una las ramas, identificándolas por los colores para que al final en realidad imitara un pino magnífico. Después y siempre con cuidado y esmero fueron saliendo de sus cajas originales, aun cuando tengan años conmigo las bolas de múltiples colores, formas y tamaños. Mi orgullo siempre ha sido el “árbol de siempre”, el multicolor y atiborrado de cosas. Cuando alguien por algún motivo comenta que le gustan solo de moños, o rojos, o azules, o cualquier otro color yo insisto. Mi árbol es multicolor, festivo. No por nada me sacaron con espejitos de la montaña oscura y lejana.
Ya he puesto las luces, muchas, cientos, ahora están colocadas las bolas, en cantidades astronómicas, el pie de árbol contiene muñecos navideños casi tan coloridos como el árbol mismo, y hay regalos en su base. Cajas nada más, ninguno real por si a alguien se le ocurre destapar alguno.
Miro y remiro con orgullo, puede que no sea el más bello de todos, puede que no sea el más elegante de todos, pero es mi árbol de navidad.
Ahora prosigo. Busco las cajas que contienen el pesebre, los pesebres. Los voy ubicando estratégicamente por toda la casa. Pero hay uno especial, el que tiene las ovejas de mi infancia. Mi orgullo. Hecho a mano por todos; cada uno presenta una idea. El lago aquí, un bosque por allí, y el pastor con estas ovejas en este sitio. El pueblo con sus casitas minúsculas y claras; y el puente, el río y mas allá en el sitio más importante el establo.
En el sitio más alto y con brillos como mi navidad, brillante, resplandeciente. Sobre él, el ángel precedido por la estrella de belén.
Continuo poniendo serpentinas y adornos por la casa, miro y remiro, adorno el balcón. El otro día encontré unos adornos baratísimos pero que recordaron mi infancia y claro, los compré. Hoy por hoy están en el balcón iluminados por las luces de colores y acompañando Ángeles y muñecos de nieve. Salgo a la calle y lo miro de nuevo, quiero estar orgullosa de él. Que esté simétrico y bonito.
Regreso a la casa y me paseo por ella, acomodando un detalle aquí y otro allí.
Estoy cansada, agotada, el día ha sido largo y fructífero. Mi hogar brilla, reluce como me gusta. Me voy a dormir.
Despierto no sé a que hora y escucho ruidos provenientes del primer piso. Me sorprendo un poco pero pienso que son mis hijos aun despiertos jugando o viendo televisión.
Me levanto despacio y veo a mi esposo dormir placidamente a mi lado, voy al cuarto de mi niña y duerme descobijada y atravesada en la cama, Rex levanta un poco la cabeza y al darse cuenta que soy yo duerme de nuevo.
Veo el cuarto de mi hijo cerrado, abro silenciosamente y él reposa descuida y tranquilamente también. Gustavo esta enroscado a sus pies y ronronea al verme.
Me pregunto por el ruido, parece fiesta y es en la casa, no afuera. –Curioso que nadie mas se despertara con la algarabía-
Bajo en silencio y todo está en movimiento, las luces del árbol apagadas antes de acostarme brillan intermitentemente, los papás Noel caminan de un lado al otro exhibiendo sus voluminosas pancitas y sus cachetes rosados, las ovejas pastan tranquilamente y los pastores cenan mientras hablan y cantan algunas tonadas.
El río suavemente susurra sus notas mientras el bosque se deja mecer por el viento acariciador. El pueblo tiene vida propia, se comercian alimentos y las gallinas picotean entre el pasto y la arena. Solo hay un sitio en silencio. El establo donde un burro y una mula mastican calladamente su alimento.
Observó con asombro todo lo que sucede en mi casa esa noche y veo en mi pesebre el camino que construimos con esmero mis hijos y yo y ahí al principio tres diminutas figuras avanzan lentamente. María sobre el burro se nota un poco agotada y José con su bastón florido. Ellos hablan, se preguntan si habrá un pueblo cercano y si encontraran alojamiento en él. Yo los miro con amor, sé que en el vientre de ella reposa también la salvación del mundo, mi salvación. Con mis manos muevo un poco la paja que recibirá al niño. En mis posibilidades no esta cambiar la historia, solo hacer más confortable su nacimiento.
Ellos continúan su camino; despacio… lentamente yo sé que aún no es tiempo, que llegaran en el momento justo al sitio justo.
Pienso que el niño muy seguramente nacerá de nuevo en mi corazón, como siempre, como cada año, como cada día.
El despertador funciona de nuevo; me trae al mundo real y despierto pensando en todas las cosas que tengo que hacer: armar el árbol, hacer el pesebre, las compras navideñas, los obsequios, la cena…

martes, 3 de noviembre de 2009

Ella, al fin feliz.

Entonces un día; tomó su sombrero rosa y sus sandalias del color del mar al atardecer. Sus favoritas. Se puso un delantal de cuadros que la transportaban a las épocas felices de la infancia, se coloreó los labios de carmín, se abrochó al cuello sus perlas amadas, tan blancas como su alma y salió a caminar. Llovía copiosamente y sintió que la lluvia empapaba su cuerpo, y sintió que las gotas de lluvia al contacto con ella se convertían en más y más perlas que la envolvían, que la acariciaban con ternura inusual. Y eran tantas y tantas que la sofocaban. Un sollozo escapó de su pecho, intentó tomar aire, nadar en medio de tanta lluvia- perla, tanto mar y no pudo.
Recostada en la arena al otro día la encontraron, jamás lograron explicarse qué fue lo que pasó. No había motivo alguno. Solo observaron que dejó de respirar mientras miraba el mar. Sus perlas ahí estaban, su labial rosa dibujaba una sonrisa eterna e infantil, el delantal de cuadros azules que le recordaba épocas tan felices de su infancia y sus ojos abiertos mirando al horizonte mientras su cabello era revuelto por el viento suave.
Ella se quedó soñando el sueño eterno mientras otros la depositaron en los brazos del mar. Allí, por fin; sus cenizas son acunadas con amor.

¡Palo de agua!

Llueve -lluevo-
a lágrima corrida
a gotas que me inundan las sonrisas idas
Está lloviendo... ¡palo de agua!
Y hay un viento fuerte
que me sacude el cuerpo
y me desgaja el pecho
me deja sin fuerzas,
inerte
Está lloviendo... ¡palo de agua!
Llueve -lluevo-
largo caudal de sentimientos
de tristezas hondas
de remordimientos
Y ya no soy sonrisa,
carcajada abierta,
sólo soy reflejo
de una honda desdicha.
Lluevo
Estoy lloviendo... ¡palo de agua!
Lluevo, me diluvio,
me inundo,
anegando todo a mi paso
y -a pesar del sol encandilante-
nuevamente
lluevo desde dos nubes-lagunas eternas
cuajadas de desdichas
Soy estanque-nube-manatial
de aguas
viejas y nuevas
que se fusionan
-diluvian-
y no hay escapatoria:
agua corre calle abajo
(como para mover norias)
calle arriba todo es grises
Lluevo a mares... ¡palo de agua!
Llueve, lluevo... ¿escamparé?
Renovada he de volver
cuando cese esta caída
de aguas tibias de mi ser
y he de ser sonrisa tibia,
plácida y serena flor
que retoña con amor
que alza su faz a la brisa
y dice
¡Gracias, Señor!

Osiris a Mares.

Certeza.

La certeza del desamor
es tal.
Que por fin,
la lágrima fluye.

Llueve

Llueve
Adentro, bien adentro llueve.
Diluvia
La lluvia no cesa de caer
Lo moja todo.
Ablanda la tierra,
Se resbala.
Destruye,

renueva
Yo espero que muy pronto
surja de nuevo el pasto
que las rosas florezcan
que se llenen de aromas
mis jardines
que las mariposas revoloteen
alrededor y me acaricien.
Que infundan en mi vida.
Nueva vida.

lunes, 2 de noviembre de 2009

A veces

A veces necesito tu abrazo
con desesperación.
Cada una de las células de mi cuerpo
te llama.
No llegas.

Esa soy yo



Mi espíritu se aleja hacia el amanecer,
mientras mi cuerpo se queda en el ocaso
-o viceversa-
Soy dos, ambivalente.
Etérea o corpórea
Alegre o infeliz
Terriblemente fea
-A veces-
Y enigmáticamente bella.
También…
-A veces-
Puedo ser la bruja malvada
O la princesa buena del cuento de hadas.
Puedo poner la cara como de limón,
O dulce y delicada, como pie de manzana.
De corazón blando como nube de algodón
O duro como diamante en la montaña lejana.
Puedo ser brillante, resplandecer como el sol
U oscura, negra como boca de león.
-Ambivalente-
dos…
Esa soy yo.

Abrazos nuevos

Todos los días te doy un abrazo
uno nuevo, uno original.
Seguro a veces pensaras
que es el mismo abrazo de ayer y
de antier, pero no...
Siempre es uno nuevo
brillante, limpito y nace
de adentro del corazón
y se va abriendo como una flor
en la mañana,
y llega a ti con todo y su aroma,
perfume de alhelí hoy,
mañana de pensamientos multicolores
y después de rosas amarillas
o rosadas y así en sucesión de formas
olores y colores.

domingo, 1 de noviembre de 2009

El milagrito

Un triste caso de la vida
Real- le sucedió a un
Amigo de un amigo.
José había enviudado hacia 6 meses, tres días y algunas horas. Nunca se imaginó que podría extrañar a su mujer. Siempre la encontró molesta, celosa, chiquillosa, demasiado metida en su vida y con los años y los hijos hasta fea se volvió la pobre.
Pero, como solo es perder lo que se tiene para saber lo que valía, José se dio cuenta tristemente que su vida sin ella era un desbarate total. No encontraba ni el azúcar en la cocina y desde que se puso el último par de medias cuidadosamente dobladas por ella no había podido volver a encontrar dos que hicieran juego.
Todo era un desastre. Sus hijos, antes tan asiduos al hogar "paterno" no habían vuelto a ir tan seguido y a sus nietos seguro ya ni los reconocería si los viera por la calle pues los niños cambian mucho en muy poco tiempo.
Se deprimió mucho, pensó en salir a buscar alguna de las tantas "amigas" que había ido haciendo en el transcurso de los años pero al pensar en ellas lo invadió aun más el vacío y desistió.
Se fue enfermando lenta y paulatinamente, parecía que los años se le habían caído encima de un momento a otro.
Un día sintiéndose muy mal llamó a su hija. María llegó presurosa a atenderlo, lo llevó al medico y viéndolo tan desmejorado decidió llevarlo a su casa para así brindarle mas atenciones y los medicamentos y las comidas a horas.
Los viejos como todos sabemos en menos de una semana ya son un fastidio total, ella no sabía que hacer para regresarlo a su casa pero no se atrevía a decírselo.
Hablando con su amiga le comentaba el caso, lo desesperada que estaba de que su padre mejorara pronto para ambos reanudar sus vidas. Pero, José en lugar de mejorar empeoraba. Ya estaba reducido a una silla de ruedas, medio se desplazaba de la cama a la silla y viceversa. Su amiga Lucía le recomendó la virgen de la Aguacatala. Milagrosisima como pocas, pero había que ir hasta una semigruta que tenían destinada para su culto.
El sitio, en la calle prácticamente; la virgen y cantidad de placas de mármol con agradecimientos de muchas personas que ya habían recibido el milagro.
María francamente desesperada y viendo las condiciones en que se encontraba su padre decide hacer caso al consejo. Lo sube al vehículo y llegan hasta la virgen, él no puede acercarse a orar de rodillas pero ella le pide que lo haga desde el auto mientras va hasta la gruta a encender una vela y a hacer su petición.
Está tan metida en la oración que el tiempo se le pasa, al cabo de un rato vuelve sus ojos hacia el auto y su padre y ¡oh milagro! Él está allí parado agarrándose de un barandal que separa el sitio de oración de la calle.
María salta de alegría, mira a la virgen y le agradece el milagro. Su padre ha podido salir del auto y está parado esperándola.
Al regresar al vehículo mira a la derecha, a la izquierda, al frente y no ve el carro. Unos ladrones trashumantes pasan y viendo las llaves puestas en el arranque no pierden tiempo, bajan al viejo del carro, lo dejan que se agarre como pueda de la baranda y se marchan tan rápido que ni el polvo se ve.

Fuera de contexto

  Hay muchas cosas que uno dice que se pueden sacar de contexto. Me gusta, prefiero pensar que la gente no es mala, que la malinterpretamos....