Un man cualquiera
Un día entre tantos, un man cualquiera escuchó hablar de la calle ochenta y ocho.  Tenía él una imaginación muy activa así que entendió ese mundo extraño. Se paseaba en su mente por la calle, saludó con una inclinación de cabeza a Viana y le dió un fuerte apretón de mano a Octavio el octavo. Vio el hermoso flamboyán arrojar fuego, observó la proliferación de hormigas, y con no poco asombro notó también el cambio en las flores que se mecían con suavidad en las macetas colgantes. En su mente también creció la imagen de Lucía y doña Patri se le hizo una persona cercana. Le pareció reconocerla en alguna señora que una vez acudió a la presentación de su libro y le pidió con una gran sonrisa una dedicatoria especial.
El man cualquiera realmente no caminó por esa calle, pero fue como si lo hubiera hecho. Vio con no poca felicidad también a Kaiser y lo reconoció al instante, con su cola en alto olfateando aquí y allí.
La calle ochenta y ocho le era un espacio conocido, tan conocido que empezó a buscar el mapa que lo conduciría a allí. Sabía que no debía entrar en ella, pero deseaba verla así fuera desde lejos. 
Podría acaso Carlos, el man cualquiera, ¿observar la vida dentro del volcán?
Patricia Lara Pachón 
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