viernes, 24 de octubre de 2025

El principio

 

El principio

En el principio de los tiempos la calle ochenta y ocho empezaba a ser. De pronto, adentro del volcán empezó un viento suave y luego un poco más fuerte y después un remolino. Y al llegar la calma allí estaba ella. La calle larga, recta y perfecta y flanqueándola, las casas  magníficas y las macetas iguales y todo, todo exactamente idéntico. En medio de la calle un viejo, de jeans un tanto desgastados, camiseta amarilla, de poco menos de metro setenta, cabeza calva, piel canela, gafas, y con una sonrisa grande, admiraba la obra que imaginó debía  haber sido creada por un ser superior. Ferdinand se llamaba. El hombre se gira y mira por instinto pues siente la presencia de alguien y mira hacia la entrada y ve a los primeros Octavios ingresar. Se siente descubierto y pensando en huir siente de nuevo la imperiosa necesidad de transmitirles alguno de sus recuerdos. Los deja acercarse y les dice: "Todo lo que empieza tiene que acabar" y después continúa "la calle ochenta y ocho que es como se llama éste lugar. Un día llegará a su fin. Se sucederan casi eternamente los Octavios y las Vianas, hasta que un día empezaran a acontecer cosas diferentes, distintas, será el momento en el cual empezará el principio del fin y el viento que lo creó todo, se lo llevará todo".
Ellos, escucharon al hombre y guardaron en sus mentes el recuerdo del anciano y de su profecía. Y sin más dilación se instalaron sin temor alguno en la casa que sería su hogar por tiempo indefinido. Cuando fueron llegando nuevos vecinos, referían la historia del viejo señor y les hacían saber también que lo habían visto desaparecer como en une suspiro. Después el recuerdo se fue disolviendo hasta que al correr de la vida en la calle, parecía que había sido tan solo un sueño.
La calle ochenta y ocho apenas empezaba y pasaría mucho tiempo y se sucederían muchas cosas antes de que llegara a su fin.
¿Su fin?

Patricia Lara Pachón 

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