Don perro
Kaiser camina curioso por la calle ochenta y ocho, olfatea aquí y allí y recibe de los Octavios, bocados que disfruta con deleite.  Entra en una casa y en la otra y en todas ellas, es recibido con cariño, le dan palmaditas en la espalda y le sonríen con aprobación. Duerme dónde le provoca y al despertar encuentra algún obsequio de comida deliciosa o algún objeto para su disfrute y juegos.  Es el único perro de la calle y añora a ratos  a las perritas que antaño olfateaba para ver si estaban en calor y por fin dejarles la semilla de su descendencia. Recuerda que un par de ellas tuvieron cachorros igualitos a él.  Como buen perro luego de unos días se olvidaba de ellas, pero jamás de ellos.
Empezó a pedir en sus sueños que una perrita también llegara para compartir las horas apacibles en la calle ochenta y ocho, pero nunca desea irse de allí. Pues es feliz en esa tranquilidad que emanan los miembros de esa comunidad. 
Patricia Lara Pachón 
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