viernes, 24 de octubre de 2025

Pudo ser...

 

Pudo ser...

Una horrible tragedia. Íbamos en el auto Paco, Zor, Sofi, Pao, Lau, Ric y yo. Vi la recta perfecta para  adelantar el carro, obviamente para hacerlo, incluso yo que no conduzco, sé que hay que acelerar. De pronto, en la curva, frente a nosotros aparece la tractomula. Como copiloto le digo a Paco que acelere. Frenar no es opción por los autos atrás, así que veo que lo hace, pero se arrepiente y gira introduciendo el auto entre las enormes llantas. Veo como se va arrugando la latonería, el retrovisor salta y yo me veo a centímetros de quedar atrapada entre latas retorcidas.
Fue hórrido... Dice Zor, yo iba dormida, llevaba sobre las piernas a mi ahijada, cuando abrí los ojos por el crujir de las latas casi se me estalla el corazón. Que cosa más espantosa. Por mi mente pasó la imagen de mi hijo.  ¿Qué habría sido de él sin mi?
Aún no entiendo que pasó, dice Paco. Iba conduciendo el carro nuevo de mi amigo, llevaba a su familia para Medellín e iba a volver a quedarme con mi esposa y mis hijas en su casa campestre. Íbamos hablando tranquilamente, veo la calle recta y avanzo normal y ¡hijuemíchica!, no se de dónde salió esa tractomula. Pienso en desacelerar pero Patricia me dice que acelere, lo hago y luego me arrepiento. Freno y el timón por reflejo lo muevo a la derecha. Me voy metiendo entre las llantas enormes y  un sin fin de pensamientos se apodera de mi mente.  Dañé el carro, casi me mato y mato ésta gente, ¿que hago? ¿que digo? Me estoy volviendo loco, pienso aceleradamente en todo lo que va a suceder en adelante; pero le agradezco al universo que estamos vivos y no hay ningún herido. Bueno... Las latas se pueden arreglar... Pero la vida no tiene precio. Pudo haber sido muy grave.

Patricia Lara Pachón 

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