domingo, 1 de septiembre de 2024

Penumbra

 Penumbra


El accidente fue catastrófico, le dijeron a Malena, no se recuperaron sus pertenencias, apenas pudieron extraer, de entre la masa de chatarra, su cuerpo malherido y agonizante para trasladarlo al hospital, aunque poco había por hacer. Alejo estaba mal. Esa noche era crucial, dijeron los dos médicos que, por su estatura y juventud, parecían haber salido ayer de la escuela primaria. Su juventud no fue la medida de la certeza del pronóstico. Al amanecer del cuarto día de su ingreso, familiares y amigos lloraban la partida de Alejo. Todos habían ido a buscar noticias y esperar juntos en la sala del hospital. Todos, menos Malena, a quien ninguno pudo contactar.
Malena se enteró por el noticiero, que oía desde la cocina, mientras fregaba los trastos que Alejo -una vez más- había dejado sucios por toda la casa. No lloró, no abrió la puerta a nadie, no quiso ir a cuidados intensivos, tampoco a la capilla velatoria.  
— Lo recordaré vivo, jovial y dicharachero, no inerme como está ahora- se repetía cuando algo en su fuero interno la conminaba a ir a verlo.
No se la vio en el novenario, ni en las misas de responsos. 
La segunda noche después de la cremación, para no llorar y buscando consolarse en el recuerdo de sus palabras, abrió el chat en su móvil, a sabiendas de que no habría una respuesta.
— Te extraño. Escribió.
— Yo te extraño más. Fue la respuesta.
Malena, sonriente, ahoga una lágrima y, arrellanándose en el mueble de la sala oscurecida, reclama a Alejo su ausencia. Prontamente recibe una respuesta que le devuelve la sonrisa y los mensajes van y vienen hasta el amanecer. Cinco noches, con sus días, han estado conversando, riendo, intercambiando -en textos y mensajes de voz- chanzas, recuerdos y promesas.  En la segunda gaveta del closet, entre los audífonos inalámbricos y la colonia Pacco Rabanne, vibra constantemente el móvil de Alejo; vibra el cajón y se ilumina la pantalla, disipando la penumbra del mueble, con cada mensaje enviado y cada respuesta recibida. Malena sonríe, escribe y mira de reojo hacia el closet. Súbitamente, una advertencia que nadie lee: el móvil ya despliega el mensaje: "cargue la batería".
 Seis horas más tarde, Malena escribe frenéticamente, mientras mira hacia la puerta de romanilla del closet donde guarda el móvil de Alejo. Escribe, también envía audios. Espera y vuelve a escribir.  Ya no se vislumbra la luz de la pantalla.  Tampoco hay más respuestas. Malena mira fijamente la puerta de romanilla.  Escribe.  Llora desconsolada y escribe. Un último destello sale del closet al tiempo que Malena, adormitada abre los ojos y se despabila in poco.
Malena llora y mira fijamente, en la penumbra, la puerta de romanilla que ya no vibra, que ya no se ilumina. Malena, en la oscuridad, escribe, llora y espera.
B. Osiris B

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