Hablaba
con un amigo sobre las esposas. Ellos;
con el tiempo, se dan cuenta que su mujer es muy buena. Una gran madre; mejor esposa, buena hija,
excelente amiga y hermana. Pero… solo se dan cuenta con el tiempo.
Los
señores ven a su mujer en frente, y a los lados de ella hay otras tantas...
muchas señoritas y señoras; y por supuesto cualquiera de ellas mejor que la
propia. Todas ellas bonitas, sonrientes, perfumadas, dispuestas al
disfrute.
La mujer
propia por el contrario lucha cada día con infinidad de situaciones del
cotidiano. Facturas por pagar; hijos
enfermos, malas notas, casa siempre sucia, hormonas molestas, empleos mal
remunerados y por supuesto, eso la pone malacarosa, la hace descuidarse un poco
o mucho; ya que por cuidar a los otros
se deja en otro nivel y se abandona algo, se ve sufriente e incluso se vuelve hasta
insufrible.
Ahora que lo pienso... cualquiera de las "bellas" se volvería la "odiosa" con tan solo un poquito de tiempo y con el trato constante.
Ahora que lo pienso... cualquiera de las "bellas" se volvería la "odiosa" con tan solo un poquito de tiempo y con el trato constante.
Es como
siempre digo. La propia pareja es como
la sopa de diario y no como el plato del restaurante que se disfruta cada ocho
días y por lo tanto resulta tan rico y es además con el que se sueña durante toda la
semana.
Lo
cotidiano cansa al principio, pero con los años es lo que nos da seguridad y
confianza para llegar al nido. Donde se
encuentra la calidez que el espíritu necesita para poder vivir.
Patricia
Lara P
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