Doña Patricia Lara, mire... no más
mire...
En un rincón del no-ser
En algún rincón de mi mente, yace la
cordura, exiliada de mi constante desasosiego, exangüe del insufrible dolor y
rendida ante el inclemente látigo de un fármaco indeseable... y allí, en su
retiro, sonríe e imagina a Benedetti. Quien, también sonreído, se sienta a su
lado y juntos releen "La misma pócima", mientras un mundillo de
lectores castrados cita a Cohelo y suspira. Don Mario los ve, y también suspira... sonreímos, esta vez con tristeza. Canta un ave,
lejos o cerca, ¡qué más da! Y él ya no está, pero sí su palabra... y el dolor,
rebelde y tenaz compañero de esta sórdida lejanía. El cielo es azul, el sol
brilla intensamente y ya no hay ideas claras. El vacío va y viene, mece la cama
y las ideas. Y soy la que no es, a sabiendas y sin consciencia. Un acertijo,
una sátira. Ilusión óptica de larvas que viven en mis ojos. Soy... lo sé... y aun
así, siento que no soy. Una lágrima -¡de tantas!- emprende un salto suicida...
si ella pudiera ser lago, de profundas aguas cristalinas, me gustaría ser roca
inerme, insensible, indolora, para morar sus orillas y en solitaria paz dejarme
rozar por la brisa.
Si fuese lago y yo roca, seríamos el paisaje ideal para sentarse y leer a Benedetti.
Y no habría vacío.
Y no habría dolor.
La cordura se balancea, lucha por incorporarse... duerme.
Si fuese lago y yo roca, seríamos el paisaje ideal para sentarse y leer a Benedetti.
Y no habría vacío.
Y no habría dolor.
La cordura se balancea, lucha por incorporarse... duerme.
B. Osiris B.
Ahí le dejo, mija. ¡No respondo!
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