(cuento cacofónico interpretado a tres punzadas en dolor mayor)
Érase una mujer, a su dolor, atada.
Érase a una cama tendida, ¡enjaulada!
Érase que era princesa encantada, la reina de un cuento ¡y no sabía nada!
Érase que su alma vacía -postrada- del mundo y la vida no quería nada.
Era que el silencio la halló de morada y era que moría, dolida y cansada.
Éranse tan duras las huellas (¡pisadas!), que un dolor cobarde ya la inhabitaba.
Eran los recuerdos febriles lanzadas,
que su esencia misma yacía alterada.
Y fuese que un día
¡así, de la nada!,
descubrió en un sueño que tenía alas:
alas de palabras, pasión libertaria, que le dieron vuelo
estando confinada.
Y fuese que nadie pudo ya encerrarla
Y fuese que la vida se tornó en palabras.
Y érase una historia que, siendo contada, cantó mil recuerdos de vidas pasadas.
Y se regó el llanto, se lavó la rabia.
Y ahora la princesa es feliz ¡y sabia!
B. Osiris B.
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