Me está viendo, lo sé. No puedo verla, pero la intuyo. Casi puedo ver su espléndida sonrisa sarcástica. Guardo silencio, no le daré el gusto de moverme; además, el dolor me impide girar y ella lo sabe. Pasan unos segundos y sigue ahí... suspira y se me sienta al lado de la colcha, me ve y se ríe a sus anchas. Se acerca lentamente a mi oído y exclama por lo bajo: "¡ojalá te doliera un poco más, así al menos escribirías!". Le lanzo un libro, el almohadón y mi teléfono celular. El esfuerzo acentúa el dolor de mi costado. Huye tan rauda como vino. Se me escapa un grito ahogado. Mi hija irrumpe en carrera al cuarto, preguntando qué pasó y recogiendo, extrañada, el reguero. Callo y seco una lágrima traicionera. No puedo contarle que por ahí anda mi álter ego, jodiendo. Acerco papel y lápiz, ¡es tiempo de escribir!
B. Osiris B.
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