martes, 29 de abril de 2014

Atardezco




Mi mirada desciende en el ocaso,
penetra en el mar de los recuerdos,
se adormece.
Mi alma asciende en el firmamento obscuro,
Brilla,
y lo difumina todo.
Mi esencia parpadea;
destellos multicolores
iluminan mi noche.
Trasciendo.
Patricia Lara P

domingo, 27 de abril de 2014

La madre Anatolia



A mi tía la llevaron al convento de la madre Anatolia.  De ese claustro y de la madre se dijeron muchas cosas.  Que la madre no era madre sino padre.  Que vendía a sus novicias a caballeros adinerados que acudían a orar al convento y que dejaban muy buenas limosnas.  Que él mismo abusaba de las chicas.  Que si por algún motivo -lógico por supuesto-, una de sus novicias o religiosas quedaba embarazada las hacía abortar, si se enteraba en el momento adecuado.  De no ser así las ocultaba en los sótanos y cuando parían mataba a los niños enterrándolos allí mismo o emparedándolos entre esas paredes.  Igual suerte sufrían aquellas que se le revelaban o morían cumpliendo su “trabajo”.
No sé cuántas personas escucharon hablar de la madre Anatolia, lo que sí sé, es que yo la pienso con alguna frecuencia; pues mi tía desapareció en esa época.  Nunca se supo nada de ella, jamás nadie averiguo o si lo hicieron a mí no me lo contaron.
Y Pienso en mi tía por supuesto, y siento que puede haber sido una mártir en ese cautiverio. 
¿De no ser cierta la historia porqué ella no apareció jamás?
Historias como esa me hicieron sobreprotectora.  He cuidado de mis hijos y hermanos; como también de extraños como si fueran propios.  He dado consejos y he llegado a ser muy cansona.  Pero siempre he pensado que prefiero pecar por más y no por menos.

Patricia Lara P.

jueves, 24 de abril de 2014

Es que tengo mala suerte




Definitivamente debí haber matado un cura en la otra vida... ¡cual cura!  Seguro entré a un monasterio o un convento y no dejé títere con cabeza o como dicen otros, acabé hasta con el nido de la cucaracha.   De otra forma no me explico cómo es que tengo tan mala suerte.
El otro día iba caminando y me torcí el tobillo, al caer me encontré un boleto de lotería, lo recogí esperanzado y tenía el número ganador.  Fui a cobrarlo y me entregaron el dinero peso sobre peso.  Al salir, pensé que me estarían esperando los ladrones.  Pero no.  Logre llegar a la casa sano y salvo.  Bueno, con dolor en el tobillo, pero alegre por el dinero que había encontrado.  Pensé qué hacer con él y decidí comprar primero la casita.  “Es que tener casa no es riqueza pero no tenerla es mucha pobreza”.  Así que busqué en el periódico y me encontré una ganga.  Y claro, la compré.  Luego decidí adquirir un carrito y como a pedir de boca estaba.  Incluso en mi color favorito.  Blanco reluciente.  Luego decidí que era hora de invertir y compre acciones y subieron y subieron.  Cada momento tenía más dinero del que había encontrado inicialmente.  Pero yo tengo muy mala suerte.  Así que decidí buscar el amor para tener una familia y encontré una mujer como me la formuló el doctor y claro al cabo de menos de un año teníamos un hijo sano y hermoso y en dos años dos hijos que vinieron a alegrar la vida de mi esposa y la mía.  Pero yo tengo muy mala suerte.   Luego de un tiempo mis hijos crecieron, se graduaron de las carreras que quisieron estudiar, se casaron y tuvieron sus propios hijos, mis nietos.  Igual que ellos sanos, inteligentes y hermosos.  Pero yo tengo muy mala suerte.  Así que ya viejo, morí al lado de mis seres queridos heredándoles una gran fortuna.  Lástima que yo fuera un hombre con tan poca suerte.  Ya que si no hubiera sido por eso me habría enterado de lo afortunada que fue toda mi vida y de lo feliz que fue.
Patricia Lara P.

Un momento




Estoy harta.  -se dijo-  Esto tiene que terminar.  Debo actuar, hacer cosas, vivir.   Y se dio a la tarea de pensar cómo hacerlo para por supuesto hacerlo bien, y   no cometer errores como lo hace la gran mayoría de la gente.
Cuando de pronto se volvió a percibir, las canas cubrían de añoranzas su cabeza y su rostro cansado y marchito ya no logró reír.
Patricia Lara P.

martes, 22 de abril de 2014

Abrigo




Dispuesta como estaba a olvidarlo.
Tomó aguja e hilo
y empezó a tejer,
historia tras historia.
Entrelazando entre una y otra
un beso, un abrazo,
una mirada tierna,
una sonrisa, un suspiro,
otro beso.
Y ella, siguió tejiendo,
y tejió tanto;
que ahora en las noches frescas,
cuando un escalofrío leve
recorre su cuerpo,
ella usa su recuerdo
para abrigarse.
Patricia Lara P.

Mi tristeza

 Mi tristeza  Se dibujará sólo un instante en un brillo o en un oscurecimiento de mi mirada. De ahí en más. Si alguna vez acaso, se asoma po...