Ella canturrea entre dientes -cuando hay alguien-; Si se encuentra sola
canta -fuertemente-. No le importa si tiene buena voz, pues ella canta
para ella las canciones que desde siempre le encantan y claro, las nuevas no
tan nuevas que de pronto descubre. Cuando eso sucede, ella las oye una y
otra y otra vez hasta que las aprende. Y luego, las canta.
Las canciones se alegran, pues muchas ya han sido olvidadas. Pero
mientras ella o alguien más las recuerde y las susurre o las grite; ellas
existen. Toman vida y en sus cuerdas bucales toman aire.
Sienten que con cariño les quitan las telarañas y el polvo del tiempo y
vibran armoniosas -o no-.
Desde niña le dijeron que el que
canta ora dos veces y claro, no le dijeron que tuvieran que ser canciones de religión
o de iglesias. Así que ella da gracias a Dios, cantando.
Patricia Lara P.
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