viernes, 24 de enero de 2014

La curva de las almas



Recuerdo como si hubiera sido ayer el viaje en chiva hasta Murillo Tolima.  Paisajes realmente magníficos.  Inolvidables.  Recuerdo la casa vieja, teja de barro y bahareque en las paredes encaladas, sucias de años y de huellas de moscas.  Ventanas de madera siempre cerradas debido al viento de páramo que barría inclemente las calles.  Viento helado que cuarteaba los labios y las mejillas, que ponía moradas las piernas y que dejaba ateridos y casi congelados los dedos.
Recuerdo la calle olvidada y llena de lodo y piedras.  Recuerdo también  a Emilse,  que llegó ya algo tarde a recogernos a su hija y a mí.  Y recuerdo que agarramos los bolsos, nos los terciamos al  hombro y empezamos ese camino de herradura.  Arriba y abajo pero siempre subiendo.  Una caída o una torcedura de tobillo habría sido realmente un gran problema.  Recuerdo arriba, muy arriba una luz que alumbraba el sendero.  Al preguntar qué era, ella, Emilse.   Un poco  evasiva dijo que seguro era su esposo, mi tío que venía a buscarnos.  Nunca lo encontramos ni a él, ni a ninguna otra persona.  Luego de subir, subir hubo que bajar, bajar hasta llegar al rancho.  Oscuridad total.  Una vela fue encendida al llegar y allí en el fogón de leña, reclinada en tres piedras una olla de barro contenía lentejas y gallina.  Muy rico todo.  No sé si en realidad sabroso o mucha el hambre por el largo viaje y luego la eterna caminata.
Dormir y al otro día saludar al tío.  Pensamos que lo encontraríamos en el camino.  Dije.  Y el miró a su esposa y luego a mí.  Ella, pues el hombre realmente poco hablaba, dijo.  Yo no quería asustarlas.  Pero en esa curva hubo una matazón y allí las ánimas espantan. 
Afortunadamente no tuvimos que pasar de noche por allí de nuevo.  Y hoy por hoy muy seguramente ya no se estila eso de desandar caminos.  Así que creo; que no tendré que ir hasta ese sitio de nuevo.
Patricia Lara P.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Veo

  Veo esas paredes de bahareque, blancas. Puerta roja a juego con la única ventana. Veo a María la O con sus ojos brillantes, su sonrisa y s...