domingo, 3 de octubre de 2010

Mamá, mamá y más mamá

Mamá quiero jugar, mamá llévame al baño, mamá léeme algo, mamá cuéntame un cuento, mamá, mamá, mamá y más mamá. Ya estaba cansada de tantas exigencias de esta niña, estaba aún pequeñita pero tenía que entender que yo era una mujer muy ocupada. Casa para arreglar, comida para preparar, huerta para atender, vacas para ordeñar e infinidad de labores ocultas, invisibles pero que nadie más que yo podía realizar.

Mamá mi desayuno. Hmmmmmmm un momento que ya voy. Una arepa con mantequilla, queso acabado de preparar por mamá, chocolate recién batido y listo. No mamá aquí falta el huevito. ¡Dios mío! No deja pasar media esta niña. Ya voy, ya voy. Y agotada por tanto trabajo y un embarazo ya muy avanzado decidí darle algo de su propia medicina a mi niña mayor.

Puse al fogón una sartén grande y en ella con sumo cuidado fui vaciando uno a uno 6 huevos de gallina; grandes ellos y por cierto recién recogidos por mí del gallinero. Ya revueltos y listos los deposité con cuidado en un plato grande y se los di a la niña. Me imaginé que le harían mucho daño y jamás volvería a pedir huevos en su vida. ¡Odio mortal al instante a los huevos!

Me relamía de risa en mi interior y esperaba que dejara algo de huevos en el plato y fuera a vomitar por lo menos, pero nada.

Al día siguiente mamá, mamá y más mamá para culminar pidiendo el desayuno; agregando. "Pero con muchos huevos como mañana"

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