lunes, 20 de septiembre de 2010

Un hombre triste

Amanece, es muy temprano y espero que llegue el bus que llevará a la niña al colegio y mientras tanto observo los rincones, la casa y veo una araña tejer una red, que no es red realmente. Es su casa, su hogar. Ella se esmera, sabe que de su labor depende mucho; su vida, su comida, su reproducción quizás. ¿Será que la araña macho se fija en eso? ¿Debo suponer que si? Además… caigo en cuenta que ni siquiera sé el sexo del animalito.

De pronto y como en un destello el pensamiento me conduce a la noche anterior. No sé por qué motivo me lleva al hombre aquel que caminaba bajo la lluvia. Tenía puesto un pantalón corto y una camiseta blanca completamente pegada al cuerpo, la lluvia ha penetrado tanto en él que sale por sus ojos y se desliza por su cara. Camina pausado, se nota abatido, como apaleado. Las sandalias que lleva en sus pies mojados y muy seguramente fríos no lo protegen, pero él no parece notarlo. Sencillamente camina bajo la lluvia pertinaz.

Una mujer triste; muy seguramente pasaría un poco más inadvertida; en cambio, la tristeza de un hombre cala más hondo, más profundo y deja un sabor amargo en los labios.

Pienso si debí bajarme del auto y preguntarle que le sucedía, si debí ofrecerle ayuda, si pude brindarle por lo menos un poco de conversación. Un hombre apaleado se mete en el recuerdo y duele.

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