domingo, 17 de marzo de 2024

Aquellas cosas que no me gustan

 Aquellas cosas que no me gustan


Aquellas cosas que no me gustan, sencillamente porque soy cansona. Trato de odiar poco, así que esa palabra trato de usarla poco también.
Aquí voy... Con las cosas que no me gustan.
No me gusta ir al baño y encontrar que no hay papel higiénico o que habiendo lo pusieron en la forma incorrecta.
No me gusta la toalla mojada y ensurullada y agarrando mal olor.
No me gusta encontrar las ollas destapadas.
No me gusta la acumulación de mis zapatos al lado de mi cama.
No me gusta, dejar destendida la cama.
La impuntualidad me molesta demasiado.
Las luces encendidas sin motivo aparente.
No encontrar las llaves o la billetera en mi propio bolso.
Esperar me llena de rabia.
Que mi hijo use la lavadora y la llene como si no hubiera un mañana.
Que mis hijos no me feliciten el día de la madre o en mi cumpleaños (al menos) un regalito seria mejor.
Tener que buscar las cosas que otros "ordenaron"
Me da ira que Capitán marque territorio en la casa.
Que haya tanta gente y tan constantemente que Bastián sufre y se esconde toodo el día.
Que dejen la puerta abierta y no estén pendientes de Borges.
Que no haya algo para saciar la sed cuando yo preparé muchos litros de bebidas frescas.
Y ya mejor no sigo, que la lista está larga y me estoy molestando.


Patricia Lara P

Llorar y sorber mocos

 Llorar y sorber mocos


Puedo contar en los dedos de una mano las veces que recuerdo haber llorado, pero en estos momentos voy a permitir que la niña que fui, recuerde como fue esa primera vez.
Mamá nos mandaba para Arauca. Un pueblo de Caldas a orillas del rio Cauca. Al día siguiente de mis hermanos haber salido a vacaciones, nos subía ella al bus de Ventura. Era horrible la sensación en mi barriguita al llegar a mi nariz el olor horrendo de la gasolina. Vomitaba todo el camino pero no salía de mi boca ni una queja.
Ya en el pueblo, recorríamos mis dos hermanos mayores y yo una calle polvorienta que nos llevaba a una escaleras sucias y de peldaños altos y bajos a los que había que tenerles mucho miedo. No por nada ya tenía una cicatriz en mi frente. Después cruzábamos agarrados de las manos, como si ellas fueran mis tablas de salvación otra calle empedrada, luego las vías del tren, la cancha de fútbol, un corredor de tierra con matas a lado y lado y al fondo, por fin la casa de la abuela. Un recorrido de 5 minutos, para nosotros niños tan pequeños era una gran travesía a la que nos acostumbramos.
La abuela María la O nos recibía cariñosa. Una sonrisa leve nos hacía sentir seguros.
Yo dormí siempre al rincón de la abuela.
Ella una mujer curtida por la vida tenía que salir a conseguir no solo su comida sino la de sus propios hijos y en vacaciones también la de nosotros sus nietos.
He dado muchas vueltas para por fin contar de aquel día en el cual vuelta un ovillo, llorando en silencio pero a mares mientras me chupaba el dedo gordo de la mano derecha, reclamando a mi abuela, no a mi mamá, sino a mi abuela, porque sabía que ella con amor me daría a comer otra cosa que no fuera esa horrible sopa de pescado. Ya desde muy chiquita el asco que el pescado me produce me impedía siquiera pensar en probar esa sopita.
Creo que se expresó la mujer de hoy y no la niña.
Ahí disculpan.

Patricia Lara P

Es el fin del mundo

 Es el fin del mundo

sin que en realidad se acabe el mundo.
No para todas las personas
solo para unos pocos
o muchos.
El mundo como tal
el de cada uno
es personal e intransferible.
Una avalancha, un tornado,
un deslizamiento de tierra,
un accidente aéreo o automovilístico.
Resbalar en la ducha,
caerse de la cama.
Y es el fin del mundo... 
Sin ser el fin del mundo.

Patricia Lara P

Llenas de miedo

 

Recuerdo cuando me despertaba en la madrugada llena de miedos, por los terrores nocturnos con los que crecí. Pidiéndole a Dios y a todos los santos que un gallo cantara para que espantara  a todos los espíritus que en las noches poblaban la tierra. Uff... Menos mal que los terrores pasaron pues ya las aves de corral no son frecuentes en las ciudades. ¡Válgame Dios! ¿Los espíritus ya no descansan? ¿Están de día y de noche de aquí para allí? … Penando...

Yo aquí como todos los días... Pensando pensamientos pensantes de esos que no salvan ni tan siquiera un poco este mundo adolorido. Hmmm.

Patricia Lara P

Les cuento...


 Les cuento...



Compré hace algunos días unas velas blancas bellísimas en dollarcity. Son rarísimas por cierto. Uno las enciende y ellas se van consumiendo arrojando gotas, chorros de parafina. Bueno, seguro son lágrimas. Pero eso tampoco es tan raro. Lo mas curioso es que parece que tienen agua por dentro. En el pabilo. Así que, de pronto. La vela chisporrotea y sin mediar palabra, se apaga. Lo vi suceder dos veces frente a mis propios ojos. 
Ayer... Estaba yo al lado, viendo videos de tik tok o escuchando música. Cuando la vela empezó a chisporrotear. Pensé, ahora se va a apagar. Pero decidí usar mi mente singular y mirando fijamente al fuego le ordené. A ver, le dije, quien manda allí. Una minúscula gota de agua o usted señor fuego. ¡Se va a dejar apagar así no más! No señor, muestre finura. Y el fuego empezó a adueñarse de la situación y no se dejó apagar. Así, dos o tres veces con la misma vela.
Ahora yo, aquí viendo como se mantuvo encendida hasta el fin me pregunto si mi mente colaboró realmente. 
Tú que me lees, qué opinas.

Patricia Lara P

Solía escribirme cartas todos los días


 Solía escribirme cartas todos los días

Lo supe muchos años después
Una mañana cualquiera y sólo a unos meses de su abrupta ausencia.
 Una mañana aciaga, me di a la tarea de revisar sus cosas
Y en un cofre en su closet, atrás de unas cajas de zapatos
Que contenían todo menos zapatos
Encontré mil y una cartas
Atadas con papel y cinta pegante.
Anotados en aquellos los años, los meses...
A veces paquetes más prolíficos, a veces enjutos.
Los acomodé en orden pensando quizá un día darme a la tarea de leerlas.
Las miré y pensé que quizá iba a desconocer al escritor
Que quizá no iba a reconocerme en esas letras.
Que a lo mejor leería confesiones que me causarían daños irreparables 
Así que luego de un día o dos.
De verlas y mirarlas y dolerlas...
Procedí a hacer una hoguera con ellas
Exorcicé entonces mis temores y tomé la decisión, quizá más sabia. 
Morir en la ignorancia.

Patricia Lara P

A los muertos hay que dejarlos ir

 A los muertos hay que dejarlos ir

De lo contrario
Ellos se quedan
Comiéndose las uñas
Mirando nerviosamente sobre nuestros hombros
Queriendo huir de allí 
Deseando alejarse
Odiándonos incluso.
Y es que ellos cumplieron
Hicieron lo que la vida les pidió 
Ahora desean descansar
De ti, de mi, de ellos mismos 
-incluso-
Por eso... A los muertos hay que dejarlos ir.
-Liberarlos-

Patricia Lara P

La dama y el perrito negro

 

Deambula como todos los días a las 10 am por la playa. Vestido amplio, estampado en flores multicolores, a veces amarillo, a veces rojo, a veces verde o azul o blanco. Una pava enorme cubre sus bucles rubios, o acaso un pañolón a tono con el traje. Sandalias planas que dejan ver sus muy cuidados pies. Atado a su cintura y como si fuera uno mas de sus miembros va el perro. Un caniche negro como la noche negra. Cafés y vivarachos ojos. Orejas levantadas y esa cola casi volátil, que se mece y remece viendo las aves que bajan a comer de las manos de su ama.

Son felices creyéndose invisibles. Pero no. El mundo los observa. Ella sin él ni existe siquiera. Hacen parte del paisaje que se embellece increíblemente a su paso.

Patricia Lara P

El último momento


Cada momento es el último "momento" como lo conocemos. La vida cambia en fracción de segundos. Uno sólo se lo plantea cuando algo grande viene en camino. Y se dice a si mismo o quizá a quienes lo quieran escuchar... "Éste puede ser el último año juntos". Y uno siente que está preparado, pero igual el cambio lo toma a uno por sorpresa, lo deja sin aire y preguntándose que fue lo que pasó. Y lo que pasó fue eso... Pequeñas cosas, mínimas actitudes que sumadas fueron las que llenaron la copa y la desbordaron. ¿Debemos vivir entonces pensando en los últimos momentos o disfrutarlos plenamente?

No sé sí me hago entender... Pero yo me entiendo.
He dicho.

Patricia Lara P

Mi tristeza

 Mi tristeza  Se dibujará sólo un instante en un brillo o en un oscurecimiento de mi mirada. De ahí en más. Si alguna vez acaso, se asoma po...