martes, 6 de octubre de 2015

Destino/condena





Echó a andar.  Solo poner un pie al frente del otro, la mirada  adelante  y no pensar.   Caminar, caminar y caminar. 
Le dolieron los pies, se le ampollaron, se rompieron primero las vejigas causadas por el roce  y luego los zapatos.  Los amarró con los propios cordones primero, con cabuyas después, para luego dejarlos a la  vera del camino y seguir caminando sin ellos.
Le dolieron mucho los pies, las ampollas en las propias ampollas se llenaron de tierra; las cuales al secarse  formaron grandes callos.  Se adaptaron los pies, tanto al camino; que ya no sentía ni el calor del sol, quemándolos, ni el frío de las noches largas resecándolos, ni las piedras rasposas y cortantes hiriéndolos con saña.  ¡Nada!
Los ojos antaño vivaces y brillantes, ahora refulgían como carbón apagándose.  Más ya no veían nada más, que al frente.
¿Su destino?  No existe.  O existe pero no es otro que este; ese caminar, caminar y caminar caminos. 
Viejos caminos, nuevos caminos, caminos no recorridos, caminos que son caminos pero que no conducen a ninguna parte y no son nada más.
Le podrán temer, al caminante aquel;  podrán sentir lastima por él... Más  nadie lo ve.
¿Su condena? No es... es la libertad expresada en caminar, caminar y caminar.
Patricia Lara P.

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