Nunca en su vida
había logrado despertar plenamente. Dormía en las noches; desde el mismo
momento en que el sol se ocultaba en el ocaso y hasta que el sol despuntaba en el
horizonte. Lo hacía tan profundamente que ni siquiera sentía el
transcurrir del tiempo. Ah,
también dormía mientras el día se deslizaba raudo o lento; mientras
realizaba las tareas del diario vivir.
Desayunaba, iba a
estudiar, a trabajar, a almorzar y cenar... dormida. La gente no lo
notaba; se veía natural y relajada siempre. Ella misma ni se
enteraba. Pues al dormir soñaba y al soñar creía que vivía.
Vio al hombre de
sus sueños, en sus sueños; en la cafetería de la universidad. Se enamoró de
él locamente y se casó enamoradamente dormida. Parió un par de hijos como
en sueños... ¡No! En sus sueños. Los vio crecer, hacerse adultos, iniciar
sus propias vidas y vivir. Todo; mientras ella, plácidamente... dormía.
Un día entre tantos; amaneció
definitivamente dormida. Más dormida aun, pues el sueño final la embargó
de pronto; sin prisa y sin pausa. Así que ella, no vivió una vida de
ensueño. Ella soñó una vida.
Patricia Lara P.
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