Como cuidamos su casa, en agradecimiento nos invitó a cenar. Era… lo recuerdo tanto; un plato de arroz, carne picada y repollo o
col a la criolla. (He notado que todo aquello que preparan con cebolla y
tomate lo llaman así). Por supuesto, por educada educación alabamos todo;
en lo particular, lo que me pareció lo más horrible. “El repollo a la
criolla”. En la siguiente invitación, también había “repollo a la criolla”
de ahí en adelante sabíamos que cada vez que fuéramos; esa sería la cena.
Hmmmmmmm.
Patricia Lara Pachón
viernes, 31 de enero de 2014
miércoles, 29 de enero de 2014
Gracias Padre
"Dios me dio todo para que yo hiciera y fuera lo que yo deseara ser y hacer. Y eso hice. Gracias Padre"
lunes, 27 de enero de 2014
Beso entre sombras
(Encontré este imagen en la web y me encantó)
Paseaban Juan y Luz, todos los días por los mismos lugares -sin verse- sin reconocerse el uno a la otra, sin siquiera sospechar que sus destinos estaban unidos por la confluencia del clima, de las horas, de los elementos.
Ella desesperaba por encontrarlo y él se vanagloriaba de disfrutar las
medias manzanas esperando a que llegara su media naranja. Incluso, podría
decirse; Juan no tenía prisa. Ninguna
prisa, pues disfrutaba la vida sin preocupaciones.
De pronto, andando una calle, sienten que la electricidad los recorre. No saben que pasó.
Intentan proseguir pero algo lo impide. Al cabo de un instante de zozobra,
de inquietud; perciben a sus sombras
unidas en apasionado beso.
Al girar la mirada la caricia furtiva
de las sombras termina, dando inicio al
beso de los labios, los cuerpos, las miradas.
Patricia Lara P.
domingo, 26 de enero de 2014
Irreal
Bésame hasta en las sombras,
arrópame con tus labios.
Ven, cobíjame lentamente,
en este espacio que no somos,
que no estamos.
Bésame en la irrealidad de este
pequeño desencuentro de nuestras almas
y hazme languidecer en la pasión inenarrable
de un beso que nunca existió.
B. Osiris B.
Furtivo y eterno
Bastó un instante para un encuentro, un beso. Un sol de atardecer, ¡un ocaso maravilloso!, y dos elefantes y un perro callejero, fueron testigos de aquel extraño y súbito amor. Sus cuerpos no se rozaron ni por un momento, sus miradas no se encontraron jamás. Un metro, o un poco menos de distancia, fue suficiente para sellar sus vidas alternas, ¡sus sombras! Se fundieron en un beso que duró un segundo en nuestro tiempo, una infinitud en el mundo de las luces y las sombras. Y fueron felices en la eternidad de un beso clandestino. Calle abajo, avanza él; calle arriba, ella se escapa, ambos ignorantes de una historia de amor furtiva y fugaz. Sus cuerpos no lo saben, pero sus almas sellaron un pacto de amor eterno que durará por siempre jamás.
Cinco pasos más adelante, él sintió una extraña desazón en el pecho, como si hubiese perdido algo, como si el aire le faltara. A ella la invadió el desasosiego y unas ganas de llorar, de escapar, le recorrieron el cuerpo. Giraron al unísono, en total sincronía, aún sin consciencia plena de la existencia del otro. Volvieron sobre sus pasos, como buscando un valioso tesoro o quizás sus propias almas, que aún permanecían atadas frente a los dos elefantes y al perro que, atónito, todavía les miraba. Se toparon de sopetón, sus miradas se encontraron y, entre suspiros y sonrisas, se tomaron de la mano y caminaron calle abajo. Besos, risas y las miradas extrañadas de los paseantes los acompañaron mientras sus sombras, felices, les seguían enlazadas en abrazo pletórico de felicidad.
B. Osiris B.
sábado, 25 de enero de 2014
Felicidad
(Cuando uno no tiene nada qué decir o escribir, esto es lo que resulta)
Por fin Ella abrió los ojos y vio. Y no era que antes no viera, sino que, veía mal o solo lo que quería o a lo mejor tal vez lo que los otros querían que viera. Y al hacerse por fin la luz; vio su vida como en blanco y negro o difusa y confusa. Pensó entonces que aún era tiempo de cambiar, de hacerla mejor y ser feliz. Tampoco es que hubiera sido infeliz, pero la felicidad de los cuentos, esa que duraba una eternidad, Ella no la conocía. Ella había vivido momentos buenos y regulares, uno que otro malo. Pero eran más los perdidos en la memoria y por lo tanto indefinibles. Ella deseaba por cierto la felicidad de los cuentos. Y pensó en buscarla.
Por ahí va Ella ahora, cantando entre
dientes por los rincones. Mirando de reojo y con mucho disimulo y
pensando pensamientos. La gente cree que está algo loca. Ella solo
espera el momento aquel en el cual por fin sepa con certeza absoluta que la
felicidad es esa y entonces la tomará y no la dejará ir jamás.
Patricia Lara P.
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