martes, 2 de marzo de 2010

Recuerdos

Curioso dirán unos, gracioso otros, pero me paro frente a ella, mi nevera, la miro y mi mente se llena de imágenes. Recuerdo vivamente al mirar el imán de la izquierda la cascada brillante y cristalina. O el de la derecha el mar molesto, encrespado, furioso y luego apacible, azulino. Ese otro me trae a la memoria el viaje de recién casados, me recuerda el amor que sentíamos el uno por el otro y el motivo o motivos por los cuales llegamos al altar. Aquel otro, el de colores vivos un poco chillones, me recuerda los niños aun niños, poco antes de partir del hogar.
El verde más abajo fue el que compré cuando visité a mi madre por última vez; cuando nos dijimos tantas cosas. Cuando por fin entendí que la amaba entrañablemente y que la vida sin ella no sería lo mismo, cuando me repitió una vez más que me había amado siempre.
También tengo el imán que me regaló mi hermana cuando fui a visitarla por el nacimiento de su primogénito, y ese otro abajo; el azul lo conseguí el día que salí a caminar sin punto fijo, pues necesitaba estar sola, encontrarme y reconocerme de nuevo.
Curioso que mi nevera tenga tantos recuerdos; unos buenos y otros no tan buenos. Pero que reflejan la vida misma.
Algunos escriben un diario, otros guardan recortes de periódicos o revistas, algunos más; fotografías o incluso botones. Yo conservo Imanes pegados en la nevera. Ahí cerca para no olvidar nada, para recordar y revivirlo todo mientras preparo la cena para mi esposo o para los hijos que regresan o mientras tomo un café.
Mis nietos algún día escucharan la historia que cada uno de eso imanes tiene para contarles tibiamente acunados en mi regazo.

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