La gata se subió al tejado
a observar a la luna;
tan etérea, tan blanca
y tan inalcanzable.
Con ojos amarillos
la sedujo, la enamoró
le aulló coqueta,
le juró amor eterno.
Tuvo sed en un rato
y al saciarla en un charco,
vio a la luna reflejarse en él.
La encontró sucia
temblorosa, mojada
y al verla tan terrena
perdió todo su encanto.
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