domingo, 6 de septiembre de 2020

El ángel (III)


Nuestro ángel de la guarda siguió feliz por la vida.  Cuidando a sus amigos, viéndolos enamorarse, casarse, tener hijos.  Él desde las alturas lo observaba todo con suma placidez.

De pronto un día se sintió impelido a buscar el sitio más alto de la cuidad y allí empezó a llevar tejidos cálidos y coloridos.  Se recostaba un rato y notaba que aquí y allá faltaban cosas.  Paja, prendas de vestir suaves y calentitas y además cosas hermosas y brillantes.  Se cuidó sobre todo de que nada de lo que allí depositaba fuera cortante o pudiera ocasionar daño alguno.
Finalizando junio sorprendido y sin entender nada.  De su cuerpo surgió un óvalo blanco.  Tan blanco que brillaba con tonos tornasolados.
Se recostó a su lado, admirándolo. Lo acariciaba y miraba sin parar, lo abrigó con sus alas durmiendo a ratos. No quería abandonar el nido y menos aún el huevo.
Pasaron los días en los cuales sentía que algo sucedía en el interior del bello óvalo.  De pronto y con gran espanto y alegría vio que su tesoro empezaba a resquebrajarse.  No podía parar de mirar.  Las horas transcurrían y no sabía si era lento o despacio y casi sin creer, Ángel vio que surgía de él un ser minúsculo alado. 
Ángel ahora era un padre.  Y sentía que no podía ser más feliz.

Patricia Lara P

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