Toñilas
En
aquel tiempo en el que la homosexualidad era mal vista. Toñilas, era el
mejor costurero del pueblo. Sólo la crema y nata de la sociedad de
Arauca, Caldas, un pueblo polvoriento, oxidado y calcinado entre las
montañas y humedecido sólo a medias por el río Cauca, accedía a los
servicios de dicha celebridad.
Toñilas tiene un
nombre en mi memoria y creo que unos ojos delineados de azul, cejas
arrancadas de tajo y dibujadas en una curva negra, que con el sudor se
escurría por su poco saludable cara. Ah, los labios rojos con surcos de
color rubí eran un poema a la tristeza de su clase.
No ví jamás una sonrisa tan falsa y deteriorada como la de Toñilas.
Usaba
él, quizá ella. Unas faldas largas, blusas con volantes de muchos colores y sandalias de
tacón muy alto. Sus dedos enormes pues se veían poco cuidados y eran muy masculinos y sus uñas con esmalte rojo descascarado casi siempre
tocaban el suelo y recogían el polvo de las calles.
Triste personaje fue Toñilas. Querido por todos, despreciado por los mismos.
Oculto
entre retazos de tela lo encontraron un día. Un charco de sangre a la
altura de la cadera y su pene cercenado y hundido con fuerza entre sus
labios.
Se habló de un amante desdeñado, de un
crimen de odio o de pasión. Pero como casi todos los asesinatos de
homosexuales en los cuales no habían deudos. Nada pasó.
Toñilas hoy día a lo mejor no es recordado más que por mí, en este mismo instante, ahora.
Su nombre llegó a mi memoria y con él, su imagen dolorosa, y su triste y olvidada historia.
Patricia Lara P
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