sábado, 16 de abril de 2016

Hogar



Hogar

Y me sentí en la obligación de convertir lo que tocaba; en eso; en un hogar.  Y no es que en él tuviese que haber orden absoluto; no es que los muebles no se cubrieran de polvo a ratos y los rincones se vieran limpios y relucientes siempre; es que en él había la calidez de una mujer sensible y amorosa.  Aun cuando algunos intentaron matar el amor que de sus poros brotaba, siempre  el nido era un hogar y había primero huevecillos y luego pollos piando.  Y los peces desovaban y al instante decenas de ellos, minúsculos  buscaban alimento.  Y la araña en un rincón dejaba un hermoso bolso que brillaba a la luz de la luna.  Y ella misma, en sus brazos arrullaba sus sueños.
Es que el cobijo no es la casa, es el ser que la habita y la llena de calor  y la hace cálida, amorosa  y con olor  a hogar.
Patricia Lara P.

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