sábado, 2 de abril de 2016

Terrores nocturnos



Terrores nocturnos

Educada en el temor, a Dios, a una buena regañina, al pellizco escondido, ese que se da menudito y con mucho disimulo para que solo el pellizcado y el pellizcador se enteraran.  Pero sobre todo a lo sobrenatural.  Las brujas, los duendes, el pollo maligno, hasta los búhos -cucurrucaos- me hacían llorar y correr o correr y orar. 
Crecí escuchando noche a noche la forma en que el diablo se los quería llevar, o nos quería llevar -peor el asunto-.  E incluso oyéndolo una noche, -al diablo- nosotros mismos desde nuestras camas.
Recuerdo como si fuera hoy la noche en que se levantó mi hermano al baño y no sé por qué pero a pesar de sentir haber dormido me despertó una voz que lo llamaba.  Una vez, otra vez y entonces el responde: "Señora".  Hombres grandes en la casa no había y por eso me imagino él pensó que aquella voz podría ser de nuestra madre.  Lo que escuché en seguida fue la voz de mamá muy clara y perentoria hablándole a mi hermano...  "No responda, a la tercera vez se lo lleva". 
Sentí la carrera de mi hermano del baño hasta la cama y un silencio sepulcral que lo ocupaba todo.  Un silencio pesado y lleno de terror.
Hoy por hoy todos recordamos aquel episodio, y todos sentimos miedo incluso ahora.
Yo hoy, en este justo momento, me pregunto... "¿Que pudo hacer tan grave un muchachito de unos 10, 12 años para que el patas mismo viniera por él?"
Patricia Lara P.


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