Terrores nocturnos
Educada en el temor, a Dios, a una buena regañina, al pellizco escondido, ese que se da menudito y con mucho disimulo para que solo el pellizcado y el pellizcador se enteraran. Pero sobre todo a lo sobrenatural. Las brujas, los duendes, el pollo maligno, hasta los búhos -cucurrucaos- me hacían llorar y correr o correr y orar.
Educada en el temor, a Dios, a una buena regañina, al pellizco escondido, ese que se da menudito y con mucho disimulo para que solo el pellizcado y el pellizcador se enteraran. Pero sobre todo a lo sobrenatural. Las brujas, los duendes, el pollo maligno, hasta los búhos -cucurrucaos- me hacían llorar y correr o correr y orar.
Crecí escuchando
noche a noche la forma en que el diablo se los quería llevar, o nos quería
llevar -peor el asunto-. E incluso oyéndolo una noche, -al diablo-
nosotros mismos desde nuestras camas.
Recuerdo como si
fuera hoy la noche en que se levantó mi hermano al baño y no sé por qué pero a
pesar de sentir haber dormido me despertó una voz que lo llamaba. Una
vez, otra vez y entonces el responde: "Señora". Hombres grandes
en la casa no había y por eso me imagino él pensó que aquella voz podría ser de
nuestra madre. Lo que escuché en seguida fue la voz de mamá muy clara y
perentoria hablándole a mi hermano... "No responda, a la tercera vez
se lo lleva".
Sentí la carrera de
mi hermano del baño hasta la cama y un silencio sepulcral que lo ocupaba
todo. Un silencio pesado y lleno de terror.
Hoy por hoy todos
recordamos aquel episodio, y todos sentimos miedo incluso ahora.
Yo hoy, en este justo momento, me
pregunto... "¿Que pudo hacer tan grave un muchachito de unos 10, 12 años
para que el patas mismo viniera por él?"
Patricia Lara P.
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