El diagnostico
Parece increíble pero es real. Le sucedió a una amiga de una amiga.
Parece increíble pero es real. Le sucedió a una amiga de una amiga.
Tenía un dolor persistente en el abdomen y luego de
esperar un tiempo a que pasara solo, se decidió a ir al médico. La
atendió el gastroenterólogo, el cual después de auscultarla; le formula una
ecografía. El día de hacerse el examen llega y ¡oh sorpresa! El
ecógrafo, un señor de alrededor de 55 años empieza a realizarle el
procedimiento. Le va enseñando cada una de las cosas que aprecia él desde
el conocimiento que practicar y estudiar le ha dejado.
El hombre se sorprende al encontrar que la paciente
tiene lo que él considera una apendicitis. Ve en la pantalla no solo el apéndice
duro y lastimado, también ve una cantidad grande de ganglios linfáticos
inflamados que asume que son la causa del dolor.
Piensa y lo manifiesta así, que el apéndice lleva ya un tiempo con el
proceso y que se ha manifestado lentamente debido a la toma de antibióticos
cada vez que ha ido al médico y referido dolor.
Le aconseja que se vaya inmediatamente para
urgencias. El diagnóstico es asustador pues añade puede romperse el
dichoso apéndice y ocasionar males mayores.
Una peritonitis que puede ocasionar la muerte.
Hay caras de espanto y alguna que otra lagrimita,
pero se llega a la conclusión que ha sido mejor darse cuenta pronto o a
tiempo. Pues dicen que todas las cosas con tiempo tienen solución.
En urgencias es lenta la atención. Dicen que
hay "demasiados" pacientes, lo cual no impide que los reciban a
todos. No sé si sean las políticas de la clínica o sencillamente se curan
en salud atendiendo a todo el mundo aun cuando tarden horas en hacerlo y por lo
tanto tampoco lo hagan muy bien.
Transcurridas unas tres a cuatro horas por fin es
ingresada la paciente a urgencias y el cirujano de turno, el practicante y una
enfermera dicen que es muy raro lo que el ecógrafo ha manifestado no solo
de forma oral sino también escrita en los resultados del examen.
Así que deciden practicarle un examen más eficiente,
con lo que le formulan una resonancia magnética nuclear o tomografía.
La realizan con medio de contraste y al cabo de una
hora tiene el resultado. El cirujano que debe llegar no solo a atender a
esta paciente sino otros más brilla por su ausencia.
Mientras tanto la "paciente" y su
acompañante se desgastan tristemente sentadas en sendas sillas. Toda una
noche de miedo, y agotamiento profundos.
En la mañana y casi a la hora del cambio de turno o
de guardia aparece el distinguido doctor con unos aires de sobrades que
realmente al momento de verlo las mujeres se sienten ofendidas. Con un
gesto les pide que lo sigan para dar su dictamen. Ni siquiera recuerda el nombre de la
paciente.
Según su sapiencia, ella no tiene nada. Ni apéndice
inflamado, ni ganglios linfáticos inflamados ni nada de nada. Ni siquiera
un rasguño.
No pueden creerlo. Cómo es posible que tanta
angustia y espera y agotamiento sean falsos.
Cómo es posible que un médico entrenado cometa
semejante error.
No están conformes con el dictamen y así se lo manifiestan al cirujano. De tal
manera que deciden esperar a que se realice el cambio de turno y venga un nuevo
cirujano que dará igualmente su dictamen. El cual está de acuerdo con el
primero.
Se quedan mudas, no saben en quien o en que
creer. El temor de que el apéndice se rompa no es para menos.
Igual
ahí están. Pensando qué procedimiento seguir, a quien acudir, qué hacer. No es que no sea bueno
que esté sana. Lo malo ha sido el diagnostico que ocasionó tanto temor.
Patricia Lara P.
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