viernes, 8 de abril de 2016

El diagnostico



El diagnostico

Parece increíble pero es real.  Le sucedió a una amiga de una amiga.
Tenía un dolor persistente en el abdomen y luego de esperar un tiempo a que pasara solo, se decidió a ir al médico.  La atendió el gastroenterólogo, el cual después de auscultarla; le formula una ecografía.  El día de hacerse el examen llega y ¡oh sorpresa!  El ecógrafo, un señor de alrededor de 55 años empieza a realizarle el procedimiento.  Le va enseñando cada una de las cosas que aprecia él desde el conocimiento que practicar y estudiar le ha dejado.
El hombre se sorprende al encontrar que la paciente tiene lo que él considera una apendicitis.  Ve en la pantalla no solo el apéndice duro y lastimado, también ve una cantidad grande de ganglios linfáticos inflamados que asume que son la causa del dolor.
Piensa y lo manifiesta así,  que el apéndice lleva ya un tiempo con el proceso y que se ha manifestado lentamente debido a la toma de antibióticos cada vez que ha ido al médico y referido dolor.
Le aconseja que se vaya inmediatamente para urgencias.  El diagnóstico es asustador pues añade puede romperse el dichoso apéndice y ocasionar males mayores.  Una peritonitis que puede ocasionar la muerte.
Hay caras de espanto y alguna que otra lagrimita, pero se llega a la conclusión que ha sido mejor darse cuenta pronto o a tiempo.  Pues dicen que todas las cosas con tiempo tienen solución.
En urgencias es lenta la atención.  Dicen que hay "demasiados" pacientes, lo cual no impide que los reciban a todos.  No sé si sean las políticas de la clínica o sencillamente se curan en salud atendiendo a todo el mundo aun cuando tarden horas en hacerlo y por lo tanto tampoco lo hagan muy bien.
Transcurridas unas tres a cuatro horas por fin es ingresada la paciente a urgencias y el cirujano de turno, el practicante y una enfermera dicen que es muy raro lo que el ecógrafo  ha manifestado no solo de forma oral sino también escrita en los resultados del examen.
Así que deciden practicarle un examen más eficiente, con lo que le formulan una resonancia magnética nuclear o tomografía.
La realizan con medio de contraste y al cabo de una hora tiene el resultado.  El cirujano que debe llegar no solo a atender a esta paciente sino otros más brilla por su ausencia. 
Mientras tanto la "paciente" y su acompañante se desgastan tristemente sentadas en sendas sillas.  Toda una noche de miedo, y agotamiento profundos.
En la mañana y casi a la hora del cambio de turno o de guardia aparece el distinguido doctor con unos aires de sobrades que realmente al momento de verlo las mujeres se sienten ofendidas.  Con un gesto les pide que lo sigan para dar su dictamen.  Ni siquiera recuerda el nombre de la paciente.
Según su sapiencia, ella no tiene nada.  Ni apéndice inflamado, ni ganglios linfáticos inflamados ni nada de nada.  Ni siquiera un rasguño.
No pueden creerlo.  Cómo es posible que tanta angustia y espera y agotamiento sean falsos.
Cómo es posible que un médico entrenado cometa semejante error.
No están conformes con el dictamen  y así se lo manifiestan al cirujano. De tal manera que deciden esperar a que se realice el cambio de turno y venga un nuevo cirujano que dará igualmente su dictamen.  El cual está de acuerdo con el primero.
Se quedan mudas, no saben en quien o en que creer.  El temor de que el apéndice se rompa no es para menos.
Igual ahí están.  Pensando qué procedimiento seguir, a quien acudir, qué hacer.  No es que no sea bueno que esté sana.  Lo malo ha sido el diagnostico que ocasionó tanto temor.
Patricia Lara P.

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