Soñé con
esa casa tan maravillosamente ubicada, sobre ese montículo verde, con cultivos
de flores y árboles bellos y que permitía contemplar el panorama hermoso y
plácido desde cualquier sitio en su interior.
Y eso no era lo mejor. Ya que entrando a la casa. Todo era luz y espacios abiertos. Grandes ventanales iluminaban cada rincón de la amplia estancia.
El pecho se me infló en un suspiro hondo y muy sonoro. La sonrisa plena iluminó mi rostro y me sentí relajada y feliz al mismo tiempo.
De pronto veo a un niño entrar corriendo por la puesta principal (Me imagino que es mío). Lo veo recorrer el salón y pasar a mi lado; lo miro mientras se aproxima a una puerta muy grande, lo veo empujarla y entrar a ese sitio que yo aún no he mirado, no he reconocido y aprobado. Me veo correr hasta ella llamándolo; empujo los batientes y entro a un sitio oscuro y sin final.
El niño sorprendido y suspendido en la carrera y en el marco de la puerta, asustado observa. Lo tomo de la mano y halándolo lo saco de aquel sitio que me oprimió el corazón. Con él, galopando cual caballo desbocado y frente a la puerta me pregunto qué hago... ¿Qué es lo que debo hacer?
Parada ahí observando, veo a un hombre traspasar esa puerta, mirar sin ver, sin verme. Una linterna en su mano me hace pensar que el cuarto obscuro es en el que el niño y yo nos encontramos. Asustado regresa sobre sus pasos y ya no lo veo más.
Y eso no era lo mejor. Ya que entrando a la casa. Todo era luz y espacios abiertos. Grandes ventanales iluminaban cada rincón de la amplia estancia.
El pecho se me infló en un suspiro hondo y muy sonoro. La sonrisa plena iluminó mi rostro y me sentí relajada y feliz al mismo tiempo.
De pronto veo a un niño entrar corriendo por la puesta principal (Me imagino que es mío). Lo veo recorrer el salón y pasar a mi lado; lo miro mientras se aproxima a una puerta muy grande, lo veo empujarla y entrar a ese sitio que yo aún no he mirado, no he reconocido y aprobado. Me veo correr hasta ella llamándolo; empujo los batientes y entro a un sitio oscuro y sin final.
El niño sorprendido y suspendido en la carrera y en el marco de la puerta, asustado observa. Lo tomo de la mano y halándolo lo saco de aquel sitio que me oprimió el corazón. Con él, galopando cual caballo desbocado y frente a la puerta me pregunto qué hago... ¿Qué es lo que debo hacer?
Parada ahí observando, veo a un hombre traspasar esa puerta, mirar sin ver, sin verme. Una linterna en su mano me hace pensar que el cuarto obscuro es en el que el niño y yo nos encontramos. Asustado regresa sobre sus pasos y ya no lo veo más.
Me
pregunto, ¿Si estoy atrapada en ese
sueño? ¿Si el atrapado es él? Y ¿Si soy mi pesadilla o la de alguien más?
Patricia
Lara P.
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