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Día tras día rumió las ideas que bullían en su mente. Segura de hacer lo indicado, guardó un conveniente silencio para adaptarse a las convenciones sociales y expresar solo lo políticamente correcto.
Así transcurrió su vida, complaciente a todos y callando oportunamente para llevar la fiesta en paz.
Se tragó sus palabras tantas y tantas veces que, cuando quiso hablar para expresar su opinión, apenas brotó de su boca un sonido gutural a medio camino entre un eructo y una interjección.
Se sorprendió. Su familia y amigos, asombrados, la oyeron regurgitar los improperios, maldiciones e imprecaciones que la habitaban. Salieron en volandas, sin avisar, esparciéndose y salpicando a todos los presentes.
Exhausta, sorprendida y liberada, sonrió sin apenarse. Con un suspiro de alivio, abandonó el lugar sintiéndose desierta. ¡Desierta y muy feliz!
B. Osiris B.
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