martes, 8 de julio de 2014

¿Sería el purgatorio?





No sé por qué ni como, pero nos fuimos a las manos.  Yo no me lo esperaba y preparé mis puños, él a lo mejor sí y lo que me dio fue un garrotazo  en la cabeza.  Caí al suelo, pero me recuperé rápidamente -por lo menos fue lo que pensé, sentí-.
Ya de pie y no viendo a ninguna persona que conociera  a mi alrededor, me sentí impelido a ir a algún sitio que siendo desconocido para mí, al parecer no lo era.  Caminé por lugares que antes nunca había transitado, pero que instintivamente reconocía.  Y llegué sin querer a una calle medianamente larga.  Casas blancas a lado y lado de la vía, pero sin gentes en su exterior.  Llegué a la última puerta a la derecha y cosa curiosa, pude abrir y entrar.  La casa pequeña, blanca también y con algunas personas que al parecer me esperaban y sabían quién era yo, pues me saludaron no efusivamente pero si, amables y dispuestas.
Veo que hay muebles; comedor, sala, alcoba y curiosamente arena.  Hay mucha arena por todas partes.  Agarro una escoba e intento limpiar pero casi al instante me doy cuenta que es una labor sin fin, así que la dejo a un lado y me dedico a pensar en lo que pasa y a tratar de entenderlo todo.  Siento ganas de orinar y voy al baño.  Levanto la tapa del sanitario y allí solo hay suciedad, doy gracias a Dios pues no tengo que sentarme y puedo orinar parado.  Trato de bajar el agua pero no hay.  Así que miro y hay una bañera al lado llena de una especie de jabón espeso, como nata se ve; de pronto, se mueve y de ella surge una niña rubia, con el cabello ensortijado y curiosamente seco.  Es blanca y gordita y me mira.  Tomo de al lado de la bañera una toalla y con ella agarro la niña y la saco de allí. 
De pronto estoy de nuevo en la sala y llega una mujer anciana que dice que su casa es la de enfrente pero que hay gente que ella no conoce viviendo en ella.  Yo como siempre intento ayudar pero no encuentro más solución que decirle que en la casa de al lado de la suya hay otra que tiene un cuarto independiente, y que no importa que alguien más habite allí ya que las viviendas al parecer son para quien las necesite.
No es una anciana débil, más bien se ve como un tronco fuerte, y su mirada es un poco tosca.  Al parecer no está dispuesta a perder su casa pues espera visitas pronto.
Veo desde mi puerta, la gente que se ha apropiado de la casa de la anciana mujer y se inmediatamente que no estas dispuestos a devolverla pues se sienten muy cómodos en ella.

Patricia Lara P.

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