sábado, 12 de julio de 2014

El cuartito bajo la escalera





Introdujo la mano con el bombillo en aquel agujero oscuro.  Tanteando encontró el sitio en el cual debía atornillarlo para que se hiciera la luz.   Mientras lo intentaba, su mente febril casi siempre la llevaba por múltiples senderos.  Pensó en el monstruo del closet que la engulliría, en el fantasma terrorífico que le tomaría la mano, en meter el dedo en el sitio en el que iba el foco y sufrir un corrientaso que la haría primero dar un salto y luego reír como loca.  Se distrajo tanto que el foco se deslizó de sus dedos y cayó en alguna parte del sitio oscuro.  Se dio cuenta que no se había roto pues no escuchó el golpe contra el piso.  Le tocó en esta oportunidad buscarlo en otros sitios mientras sentía cosas que se deslizaban por sus brazos.  Por fin, y ya desesperando lo encontró, y lo puso en su sitio.  Miro que era lo que la espantaba y nada.  Cajas con polvo,  juguetes olvidados, los flotadores de la última visita al mar y los pompones que usó la hija en una de las presentaciones.  Se dio cuenta que la mente puede conducir por muchos caminos.  Caminos tal vez más emocionantes que la vida misma y dio Gracias por poder pensar y por tener la inteligencia suficiente para discernir y disfrutar incluso el miedo.
El temor que nos dan los sitios oscuros y cerrados.  El espanto que nos causan los insectos, la sensación de suciedad que genera el polvo al pegarse de los dedos, las telarañas adheridas al cabello.
En poco tiempo el sitio aquel estaría vacío y limpio de nuevo.  Esperando otras gentes, otras cosas, otros pensamientos que lo llenaran hasta de otros  fantasmas.
Patricia Lara P.

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