Despertó sin saber dónde estaba y lo que es peor, sin saber quién era. Miró al rededor y se paseó por el cuarto intentando recordar algo. Casi se hiere pues en el piso había vidrios de un vaso que al parecer había contenido vino tinto pues el tapete tenía una mancha roja. El collar de plata que sentía en el pecho tampoco le decía nada. Esperaba encontrar en él un nombre o alguna cosa que le dijera algo, pero nada. Era solo un collar de plata en forma curiosamente indefinible aun cuando sentía que era de su gusto.
Teniendo más cuidado para no lastimarse se aproximó a la mesa de noche y
vio que estaba llena de libros, los fue ojeando y noto que todos eran viejas
novelas de suspenso. ¿Le gustaría ese género? En realidad en este
preciso momento sintió que su propia vida lo era.
Ya un poco más reposado pensó en salir del cuarto y preguntar a alguien
si lo reconocía, si sabía quién era, qué hacía, a qué se dedicaba y aclarar
toda aquella locura que sentía que bullía en su interior. Pero,
curiosamente el cuarto aquel no tenía ni una puerta ni una ventana.
Miraba desolado mientras su mente enloquecía; pues pensó en un entierro
prematuro. Se imaginó morir de terror entre esas 6 paredes. Y es
que una caja sellada era lo peor que pensaba le podía suceder a un ser humano.
Se sentó en la cama tratando de tranquilizarse y tomó uno de aquellos
libros entre sus manos. Sintió que el oxígeno le faltaba y se dio cuenta
que debía ahorrarlo y la única manera de hacerlo era tranquilizarse.
Busco con la mirada mientras se esforzaba por respirar con lentitud, una
herramienta que le permitiera romper el encierro en el que se encontraba, pero
lo único que vio fue el vaso roto.
Corrió cortinas, miro debajo de la cama, quitó un tapete y nada.
Cerrado completamente... ¿Había sido enterrado en vida?
Pensó en que todo era una broma y
esperó. Pasó el tiempo. Leyó una y otra novela, y siguió leyendo
hasta que las terminó todas. Ya se adormecía, pero no quería morirse de
esa forma. Así que tomó el vaso y con él se cortó las venas. Vio
salir una a una las gotitas de sangre. Lento primero y luego
raudas. Corrían, se desplazaban. La vida lo iba abandonando
mientras se preguntaba por qué le habían hecho aquello.
Ya en el postrero momento de su vida, cuando expiraba el último aliento,
con la última gota de sangre, sintió ruidos y se dio cuenta que la puerta
estaba atrás de la cama.
Aun
hoy la gente se pregunta por qué Rogelio tomó esta drástica y terrible
decisión.
Patricia Lara P.
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