viernes, 4 de julio de 2014

La decisión





Despertó sin saber dónde estaba y lo que es peor, sin saber quién era.  Miró al rededor y se paseó por el cuarto intentando recordar algo.  Casi se hiere pues en el piso había vidrios de un vaso que al parecer había contenido vino tinto pues el tapete  tenía una mancha roja.  El collar de plata que sentía en el pecho tampoco le decía nada.  Esperaba encontrar en él un nombre o alguna cosa que le dijera algo, pero nada.  Era solo un collar de plata en forma curiosamente indefinible aun cuando sentía que era de su gusto. 
Teniendo más cuidado para no lastimarse se aproximó a la mesa de noche y vio que estaba llena de libros, los fue ojeando y noto que todos eran viejas novelas de suspenso.  ¿Le gustaría ese género?  En realidad en este preciso momento sintió que su propia vida lo era.
Ya un poco más reposado pensó en salir del cuarto y preguntar a alguien si lo reconocía, si sabía quién era, qué hacía, a qué se dedicaba y aclarar toda aquella locura que sentía que bullía en su interior.  Pero, curiosamente el cuarto aquel no tenía ni una puerta ni una ventana. 
Miraba desolado mientras su mente enloquecía; pues pensó en un entierro prematuro.  Se imaginó morir de terror entre esas 6 paredes.  Y es que una caja sellada era lo peor que pensaba le podía suceder a un ser humano.
Se sentó en la cama tratando de tranquilizarse y tomó uno de aquellos libros entre sus manos.  Sintió que el oxígeno le faltaba y se dio cuenta que debía ahorrarlo y la única manera de hacerlo era tranquilizarse.
Busco con la mirada mientras se esforzaba por respirar con lentitud, una herramienta que le permitiera romper el encierro en el que se encontraba, pero lo único que vio fue el vaso roto. 
Corrió cortinas, miro debajo de la cama, quitó un tapete y nada.  Cerrado completamente... ¿Había sido enterrado en vida?
Pensó en que  todo era una broma y esperó.  Pasó el tiempo.  Leyó una y otra novela, y siguió leyendo hasta que las terminó todas.  Ya se adormecía, pero no quería morirse de esa forma.  Así que tomó el vaso y con él se cortó las venas.  Vio salir una a una las gotitas de sangre.  Lento primero y luego raudas.  Corrían, se desplazaban.  La vida lo iba abandonando mientras se preguntaba por qué le habían hecho aquello.
Ya en el postrero momento de su vida, cuando expiraba el último aliento, con la última gota de sangre, sintió ruidos y se dio cuenta que la puerta estaba atrás de la cama. 
Aun hoy la gente se pregunta por qué Rogelio tomó esta drástica y terrible decisión.
Patricia Lara P.

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