jueves, 17 de enero de 2013

Los dos enamorados


No era por dárselas ni nada; pero él se sabía el pez que más nadaba en esa cañada.  Por eso todas las lindas y pizpiretas pececitas suspiraban por no decir "morían" por él.
Un día... salido de quien sabe dónde apareció por esos lados un "nuevo" vecino.  Morenote él, alto... perdón; largo, garboso, ojos negros profundos, un lindo mostachito a juego y unas aletas que brillaban con la luz que se colaba por entre las ondas de las aguas claras.
Era todo un espectáculo mirarlo ir y venir presuroso de su cueva a las márgenes de la cañada y de regreso.  Muchas de las lindas pizpiretas dejaban de hacer lo que hacían y suspiraban mirándolo.  No se les caían las babas únicamente porque babas no tenían pero de haber tenido; otro gallo cantaría en el corral... Perdón de nuevo.  Otro pez nadaría en esas charcas.
Él no prestaba atención a ninguna de las lindas pizpiretas pues su corazón pertenecía a la niña aquella que recogía flores al lado de la cañada.  Blanca ella, cabellos castaños y la más hermosa obra de la creación que pez alguno pudo haber visto sobre la faz de la tierra y sobre las profundidades de las aguas claras primero y oscuras luego.
La niña no se había percatado de que aquel adonis la observaba y menos que la amaba.  Pero un día el joven terrenal que por ella suspiraba lo vio y decidió obsequiar a su amada con esa joya tan preciada.
Se dio a la tarea mañana tarde y noche de observarlo y cazarlo.  De haberlo logrado nuestro galán habría vivido feliz al lado de su amada en un hermoso cuenco de cristal.  Pero…
Primero intentó el enamorado, con una red cazarlo  pero el veloz pececito huyó y no logró atraparlo.  Luego con un anzuelo en el cual saltaba una hermosa, gorda y lustrosa lombriz pero ni así.  
Harto ya y cansado de su audacia el jovenzuelo enamorado con lanza en ristre y desde un árbol desde el cual no podría ser mirado dio caza al pequeñuelo y con papitas fritas y cebollas al gratín lo sirvió a su enamorada un día muy feliz.
De este modo los dos jóvenes hermosos lograron penetrar al interior de su amada.  Uno le llenó su barriguita bella y el otro logró adueñarse de su puro corazón.
Y titurin titurado este cuento ha terminado.


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