(microcuento pesimista)
Y un buen día, la maestra del pueblo pidió prestado un AK-47 (las maestras suelen conseguir prestadas toda suerte de cosas), hizo un recorrido por la zona y, con una audiencia sorprendentemente adulta y numerosa, se instaló en la plaza del pueblo con un cartel que rezaba: “Inscripciones abiertas”. Y reinó la violencia para siempre.
B. Osiris B.
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