Llora hasta que, lánguida, su última
lágrima la abandona.
Y se siente sola hasta que, de
pronto,
por uno de esos avatares
climatológicos,
siente caer nuevas gotas,
diferentes, renovadoras,
a su alrededor.
Y, en su necesidad de sentir
consuelo,
imagina, anhela, cree…
y ve su soledad acompañada por aquel
llanto celestial,
aquel baño sanador.
Y llora,
nuevamente,
en la compañía solidaria de la Madre
Tierra.
Llora a raudales…
Llora y, en cada trueno, un grito de
dolor,
en cara rayo un recuerdo,
se van sucediendo uno tras otro en
esa tormenta desenfrenada.
Pero no está sola,
es tan buena su Madre,
que llora, gime, recuerda, con
ella.
Son miles las gotas,
muchas las lágrimas,
grande la tristeza.
Aún llueve dentro
y fuera,
pero madre e hija saben
que luego ha de llegar la calma,
que no es consuelo,
pero que ya es algo.
Nunca fue más oportuno
el Cordonazo de San Francisco."
B. Osiris B.
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