sábado, 23 de diciembre de 2023

La píedra

 La piedra, María la O y yo


Pues qué les cuento. Que llena de desolación salí a caminar. Sin darle cuenta apenas, encuentro ese camino de tierra, llano; árboles, arbustos, rastrojo, hojas secas y demás, y al borde del camino, allí a un lado y como perdida en el paisaje estaba esa enorme piedra. La miro primero como al descuido y luego con asombro. Me aproximo, la rodeo, la palpo. Busco en ella el hueco que quien sabe quién taladró un día.
Era yo una nena aún, y en la entrada de la casa de mi abuela, estaba ella. Bueno... Estaban ellas. Mi abuela María la O y la piedra.
La usábamos para entre otras cosas sentarnos. Yo además, jugaba a plantar maticas en el susodicho orificio. Ponía en él huevecillos de lagartijas, y a veces escupía allí queriendo hacer un pozo.
Los niños nos entreteníamos con gran facilidad en muchas pequeñas cosas.
Bueno, regreso al tema... Ahí estaba la piedra tal y como yo la recordaba. Y al fondo del camino también estaba la casita blanca de puerta y ventana rojas. Y sí, en la minúscula cocina de fogón de leña estaba también ella. Mi hermosa abuela. Mi querida María la O.
Curiosamente, cada vez que ella en su infinito amor y sabiduría sabía que yo estaba triste, sola, descolocada. Ella se daba mañas, y llegaba. Llegaba a mí para consolarme, para decirme que las cosas pasaban por algo. Que la vida era eso y que pronto todo estaría bien.
Así era ella, así es ella.
Lindo además. Que llevara a mi camino la piedra. Para decirme muy seguramente, que lo que me pasaba era incluso hoy, un juego de niños.

Patricia Lara P

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