sábado, 28 de octubre de 2017

Miedo



Miedo

Siento que caminan en mis entrañas, adentro de mi piel se deslizan, reptan o se arrastran.  A veces los percibo.  Uno en el hombro, otro en la espalda, uno más en la rodilla.  Aquí, allá y más allá también.  Por doquier se desplazan.
¡Me da asco!  Pensar en los horrendos gusanos recorriéndome, es un castigo; similar a estar en el infierno.
Y no sólo es asco.  Es un miedo atroz. La esperanza de que esperen a que esté muerta para consumirme es lo único que me sostiene.  La locura podría poseerme, al igual que la invasión de rastreros.
No estoy loca aun.  Los siento, los percibo, los intuyo. No es mi imaginación desbordada la que hace que me mire con frecuencia las manos, la piel e incluso hasta los ojos.
Moriré de angustia buscándolos, y esperando con el corazón en los labios que no estén.  Que nunca estén.  ¿Qué puede ser peor que ser comido en vida?  Que los gusanos crezcan en tu cuerpo, que se reproduzcan y coman.  Y así por los siglos de los siglos.
El horror me consume. 

Patricia Lara P.

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