Miedo
Siento que caminan
en mis entrañas, adentro de mi piel se deslizan, reptan o se arrastran. A
veces los percibo. Uno en el hombro, otro en la espalda, uno más en la
rodilla. Aquí, allá y más allá
también. Por doquier se desplazan.
¡Me da asco!
Pensar en los horrendos gusanos recorriéndome, es un castigo; similar a estar
en el infierno.
Y no sólo es
asco. Es un miedo atroz. La esperanza de que esperen a que esté muerta
para consumirme es lo único que me sostiene. La locura podría poseerme,
al igual que la invasión de rastreros.
No estoy loca aun.
Los siento, los percibo, los intuyo. No es mi imaginación desbordada la que
hace que me mire con frecuencia las manos, la piel e incluso hasta los ojos.
Moriré de angustia
buscándolos, y esperando con el corazón en los labios que no estén. Que
nunca estén. ¿Qué puede ser peor que ser
comido en vida? Que los gusanos crezcan
en tu cuerpo, que se reproduzcan y coman.
Y así por los siglos de los siglos.
El horror me
consume.
Patricia Lara P.
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